Restaurantes: Manzanilla, Ensenada, Baja California; Silvestre, Valle de Guadalupe
Tres momentos clave de Manzanilla: cuando nos conocimos Benito [Molina, chef en Manzanilla y pareja de Solange] y yo, en La Embotelladora Vieja; la apertura, un 31 de julio, que es el día de mi cumpleaños; y el aniversario número 13, el año pasado, que fue muy especial.
Manzanilla nos ha enseñado que toma tiempo fundar un lugar y mantenerlo en un nivel de excelencia, y que un cocinero se vuelve chef con 10 años de experiencia, no menos. Ya después llegan los reconocimientos. Ahora está de moda abrir restaurantes casi por capricho.
Entre nuestros platos recientes, uno de mis favoritos es el juego de “gato” con codorniz y líneas de tinta de calamar. Nos conocen por los pescados y mariscos, que siguen siendo nuestro fuerte, pero tenemos también verduras, aves y carnes buenísimas.
Hace 10 años nadie volteaba a ver hacia Ensenada; gracias a Hugo d’Acosta y sus vinos aparecimos en el mapa, luego abrió Manzanilla. Fue difícil por las distancias, no había redes sociales, ni la sed por conocer más lugares y viajar por México para comer bien.
Para mantener una relación personal y laboral duradera se necesita respeto, prioridades en común. Es fundamental compartir intereses.
Platicamos todo el tiempo de comida y los viajes giran en torno a eso. Hace poco fuimos a Marsella por la bouillabaisse de Chez Michel: nos voló la cabeza.
Soy fan de Sabina Banderas, de La Guerrerense, podría comer sus tostadas toda la vida. También los tacos de pescado del Sauzal, o en la Cervecería Wendlandt. Y nos encanta ir a Laja y a Corazón de Tierra. Ensenada es pura delicia.
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