¿Cuál es el secreto de un matrimonio feliz? Trata a tu esposa como si tuviera cinco años. No digo que debas hablarle con puros monosílabos o que le des tiempos fuera hasta que se le pase el berrinche; tampoco que seas un cabrón condescendiente. Lo que digo es esto:
Hace un par de años leí un libro extremadamente exitoso cuyo título era Cómo hablarle a los niños para que escuchen, cómo escuchar a los niños para que hablen.
El libro me hizo mejorar como papá. Tanto, de hecho, que empecé a preguntarme: ¿por qué estoy limitándome a seguir estas ingeniosas técnicas con mis hijos? Los “adultos” (me incluyo) somos equivalentes emocionales de los chavitos, sólo que tenemos más vello corporal y credencial de elector.
Decidí empezar a tratar a todo el mundo —amigos, colegas, jefe y, sí, también a mi mujer— como si tuvieran cinco años.
He aquí algunas técnicas para ser paciente y tener matrimonio feliz:
- Préstale completa atención a tu pareja. Esto parece obvio, pero resulta increíble lo común que es para las parejas hacer otras cosas mientras discuten. Suelta esa quesadilla y mira de frente a tu esposa. Ya con eso le quitaste la mitad del enojo.
- Dile, Por ejemplo, “entiendo…” Si tu esposa se te acerca con un problema, no te pongas a darle consejos de inmediato. No le digas que se aguante o que corra al patán que saca las copias en su oficina. En lugar de eso, asiente con la cabeza. A los seres humanos nos gusta ventilar nuestras broncas: déjala hacerlo.
- No niegues las emociones; mejor, Ponles nombre. Escúchate y te darás cuenta de cuántas veces desestimas las emociones de los demás. (“No pasó nada”, “al rato se te olvida”, “no lo hizo a propósito”.) Esto casi nunca sirve de nada. Mejor: enuncia la emoción o el sentimiento de tu pareja, ponlo en palabras: “¿No nos invitó a la re- unión? Qué mal: tú la invitaste a tu cumpleaños hace dos meses.”
Ojo, lo importante es ser sutil. Si es demasiado obvio que estás tratando a tu pareja como si tuviera cinco años se dará cuenta y te mandará al carajo. A mí me pasó. Eso no es un matrimonio feliz.
“Estás enojada de que no me comí el salmón porque odias que desperdicie la comida”, le dije. Mi esposa: “No me hables como a los niños.” “¿Te parece que te hablo como a los niños? Has de sentirte frustrada por eso.” “¡Párale ya!” “Estás enojada porque sien- tes que debería tratarte como adulto…” Casi me manda a tiempo fuera.
Por A. J. Jacobs
También puedes leer: La neurociencia del amor