Nuestra colaboradora de sexo y relaciones, Miss Lulú, revela las claves para identificar si la chica que te gusta goza de una buena salud mental, o no.
Por Miss Lulú
Esa chica te gusta y has hecho lo indecible para que te la presenten. Una vez que tenías su nombre, la has buscado en todas las redes sociales habidas y por haber, le has enviado solicitudes de amistad por Facebook y una solicitud de contacto por LinkedIn, has buceado para ver si tenía perfil en Instagram y al final has conseguido su teléfono. Muy bien, pero, ¿cómo saber qué tal va de salud mental? Porque es cierto, nos solemos fijar en otras cosas más, digamos, banales, pero recuerda que el equilibrio mental es fundamental.
Te vamos a ayudar con este detector de mentes -vamos a decir-, un tanto “dispersas”…
1. Os estáis conociendo y ya habéis tenido algún que otro encuentro sexual. Te ha aceptado en todas las redes sociales donde habías mandado solicitud de amistad pero la cosa va mucho más allá: tarda nanosegundos en darle likes a tus fotos en Instagram, siempre te responde en Twitter, te manda corazones en LinkedIn, está pendiente de todo lo que publicas en Facebook… No solo eso: te pregunta quién era esa chica con la que hablabas, por qué dijiste tal cosa sobre ese partido político… Si empiezas a sentirte como si tu madre estuviese vigilando en redes, cuidado: o le pones freno, o irá a más.
2. Descubres que tiene ocho gatos. Sí, mucho se ha escrito sobre las mujeres denominadas solteronas (término que debemos al hetero patriarcado como dirían las feminazis) que, a falta de amor, vierten su tiempo ocioso y corazón en un nutrido rebaño de mininos. Lo cierto es que todo lo escrito carece de base científica pero si descubres que la chica de tus sueños tiene muchos mininos en casa (y por muchos decimos más de 4 en un apartamento de 40 metros cuadrados), si todas sus fotos en redes sociales son con un gato, si habla de ellos como si fueran sus hermanos y les teje patucos en invierno, quizás debieras plantearte cortar la relación o mudarte a otra ciudad (por tu bien).
3. Ojo con las excentricidades: sí, al principio te parecía gracioso que se pusiera calcetines o zapatos de distinto color, combinándolos con un vestido que no pegaba ni con cola. Te resultaba incluso encantador las uñas de los pies y las manos de colores estridentes, peinados con cardados a los ochenta, en fin, una estética un tanto arriesgada. Pero cuando empezó a ponerse pintalabios rojo fuera de los labios, o a pintarse los ojos como si fuera un mapache, tuviste miedo. Lógico: la frontera entre una estética arriesgada (o un nulo gusto por los trapos) y una mente “distraída” es muy fina.
4. Definitivamente, si un día te la encuentras en casa, con la música a todo trapo, desnuda o semi-desnuda, rompiendo la vajilla, quemando incienso, ventanas abiertas, gritando en una lengua que no entiendes pero te recuerda mucho al lenguaje de la niña de El Exorcista muy nerviosa y con los ojos del revés, quizás sea el momento de plantearte huir. Y si te lo intenta argumentar diciéndote que se trataba de un rito de purificación que le había contado su profesor de blanqueamiento anal, está claro: cámbiate de país.
5. Cuidado si tiene fijaciones: bien sean con su ex (habla mucho de él y siempre mal) con su padre (con una relación de amor-odio, de tal forma que oyéndola hablar de él te sientes como si estuvieras en una eterna película de Woody Allen) o con algún compañero de trabajo… Del tipo que sean: si tiene fijaciones que no te parecen sanas, desconfía.
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