Finalizamos los consejos para que reformes tu dieta sanamente. Un cuerpo saludable requiere consciencia de lo que ingieres.
Cuarta ley Cuidado con los saboteadores
Comer pesticidas, hormonas de crecimiento y plásticos con altas concentraciones de químicos por supuesto que no es buena idea. Pero hay otras fuentes que consumes sin darte cuenta. Nos referimos a los endulzantes altos en fructuosa (EAF) y la soya, dos elementos que son añadidos en tu dieta y en la de los animales que te comes, los cuales llevan o son convertidos en obesógenos naturales. Espera, ¡la soya es buena para tu corazón! No necesariamente. Una investigación incluida en la revista Circulation de la American Heart Association explica cómo la proteína de soya puede hacer descender 3% los niveles de colesterol de baja densidad (LDL), pero sólo si consumes un kilo de tofu al día. Sin embargo, esconde los defectos de las galletas y las papas fritas, y sólo evidencia los beneficios de la ensalada.
El resultado de comer demasiada soya es la obesidad, principalmente para los bebés a quienes se les administra fórmula basada en este vegetal. La razón: contiene dos químicos naturales, la genisteína y la daidzeina, que funcionan como estrógenos y que a su vez promueven la formación de células de grasa.
No es todo. Muchos de los animales de granja de las cadenas de comida rápida ya no son alimentados con forraje, sino con una dieta superenergética basada en frijol de soya. De acuerdo con investigadores ingleses, esto es la causa por la cual la actual carne de pollo contiene de dos a tres veces más calorías que proteínas. Ahora cada que comes una de estas aves consumes más grasa, menos proteína y tu ración extra de obesógenos.
La EAF ha sido catalogada por los expertos como uno de los jugadores principales en la actual crisis de obesidad. Es adicionada a cientos de productos, desde el pan hasta la salsa de tomate, y de los dulces al jarabe para la tos. Las nuevas investigaciones revelan que una dieta alta en EAF engaña a tu cerebro para que dé la orden de seguir comiendo aún cuando no lo necesitas. «Otro estudio preliminar busca comprobar la hipótesis de que este tipo de fructuosa está implicado en el desajuste del sistema endócrino», añade Robert Lusting, pediatra de la Universidad de California en San Francisco, Estados Unidos. En las personas obesas la EAF interfiere con la función de la leptina, la hormona que regula el apetito.
Por muy desalentador que sea este panorama, debes reconsiderar inclinarte por los viejos programas de pérdida de peso, dejar de comer pasta, helados y hamburguesas. Sin embargo, la clave es comer porciones razonables y elegir los productos más naturales, es decir, los libres de obesógenos.
Pasos a segur
Verifica la fuente Investiga de dónde proviene la comida que consumes (supermercado, restaurante o granja.)
Elige carne de ganado orgánico Es la elección más saludable porque contiene ácido linoleico y Omega-3.
Evita las cosas dulces Verifica en la etiqueta si el producto contiene fructosa.
Lo orgánico primero Son las frutas y verduras que contienen menos pesticidas, lo que reduce tu exposición a los obesógenos.
Bebidas inteligentes Cuando termines de beber tu botella de agua, tírala y no la reutilices.
Hazte amigo del carnicero Pídele que envuelva tu carne en papel de estraza, no en plástico de PVC.