Qué hacer si sigues al pie de la letra tu dieta y la báscula no lo refleja. Con estos tips puedes cumplir tus metas de peso.
¿Qué tal si de repente te dijeran que un buen filete es más sano que las manzanas o que el helado te ayuda a perder más peso que las zanahorias? Es tiempo de analizar lo que sabes acerca de tu alimentación.
No se trata sólo de contar las calorías que comes. Si fuera sólo eso, con reducir las que ingerimos y hacer ejercicio bastaría para eliminar kilos. Así los programas de reducción de peso serían algo muy sencillo, como una simple operación matemática.
Pero, qué ocurre cuando lo has seguido al pie de la letra pero la báscula no refleja tu esfuerzo. Más allá de sentirte desanimado, frustrado y hasta deprimido, una pregunta te da vueltas en la cabeza: ¿qué hice mal?
La respuesta está ligada a otros factores y no tanto a las calorías que entran y salen. Cada vez más investigaciones comprueban que la epidemia mundial de obesidad está íntimamente ligada al aumento en el consumo de comida rápida y la reducción de actividad física. Pero hay un tercer factor involucrado: los Químicos de Inhibición Endócrina (EDC, por sus siglas en inglés), sustancias naturales o sintéticas que alteran el metabolismo. Los especialistas las llaman «obesógenos».
La amenaza para ganar peso
Los EDC alteran la función de tus hormonas. Muchos investigadores creen que conducen a la ganancia de peso y contribuyen al desarrollo de múltiples enfermedades metabólicas. Entran a nuestro cuerpo a través de decenas de fuentes, como productos de soya (ricos en hormonas naturales), carne de animales de granja, plásticos contenidos en algunas comidas y bebidas empacadas, ingredientes adicionados a alimentos procesados y pesticidas utilizados en la agricultura. Luego de ingresar actúan de diversas formas; por ejemplo, imitan la función de las propias hormonas, como el estrógeno, y se convierten en células de grasa. Los médicos creen que este proceso altera la función de los genes.
Se sabe además que los EDC están relacionados con los problemas de fertilidad, malformación genital, reducción en el índice de nacimientos de varones, pubertad precoz, anormalidades cerebrales, problemas de comportamiento, aborto espontáneo, trastornos inmunológicos, del corazón y algunas variedades de cáncer. «Contamos con datos que ligan los químicos ambientales con las peores enfermedades que afectan a la humanidad, desde las del corazón hasta el déficit por atención», asegura Jerry Heidel, experto en EDC del National Institute of Environmental Health Sciences (NIEHS) de Estados Unidos. «Si sabemos cómo funcionan los obesógenos, tendremos la pista para entender a ciencia cierta cómo sucede el actual aumento de kilos y cómo debemos mantenernos alertas ante esas amenazas químicas», añade Heidel.
¿Por qué las dietas tradicionales no funcionan?
Hace décadas, antes del surgimiento de la obesidad desproporcionada, se decía que las personas con sobrepeso padecían un «problema glandular». En esos casos no era su culpa, simplemente sus cuerpos no contaban con la habilidad de luchar contra los kilos. Sin embargo, esa forma de catalogarlos no se usa más. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué la obesidad crece de forma alarmante en el mundo? Tan sólo en Estados Unidos, dos de cada tres personas son obesas. ¿Desaparecieron los problemas glandulares? No, simplemente el efecto de los obesógenos desarrolla ese trastorno en mucha más gente.
Nuestro sistema endócrino es el que controla las glándulas productoras de hormonas que regulan las funciones de tu cuerpo: el crecimiento y desarrollo, la madurez sexual, los procesos reproductivos, humor, sueño, hambre o el metabolismo; así como el trabajo del páncreas, el hipotálamo, las glándulas suprarrenales, la tiroides y la pituitaria. Sin importar si eres hombre o mujer, el excesivo o poco pelo, por ejemplo, está determinado por el sistema endócrino. «A su vez, éste es sumamente delicado y susceptible a la acción de los obesógenos, capaces de descontrolar las áreas encargadas del peso», expresa Frederick von Saal, especialista en Ciencias Biológicas de la Universidad de Missouri, en Estados Unidos. «Cualquier químico que interfiere con la función del sistema endrócrino es un EDC.» La Endocrine Society de ese país, a través de diferentes estudios, ha localizado una conexión: «El aumento en la incidencia de la obesidad coincide con la elevación del uso y distribución de los químicos industriales, los cuales podrían jugar un papel trascendental en el origen de la generación obesa».
Esta es una razón de peso para saber por qué las dietas reductoras no siempre trabajan. Incluso si piensas que comes de la forma más sana posible puedes exponerte a los EDC. Un ejemplo: las manzanas de hoy no son iguales a las de hace 150 años, pues están consideradas como los frutos que más pesticidas conllevan en su cultivo.
Lo cierto es que libros como The New American Diet aseguran que no debemos excluir de nuestra dieta los alimentos que nos encantan para reducir de peso, como un buen trozo de carne, hamburguesas o helados; por el contrario, es mejor olvidar los viejos parámetros y adoptar las nuevas leyes de la nutrición.