Aprende a identificar una buena razón para detener tu entrenamiento.
Todos quisiéramos imitar a Forrest Gump y correr por siempre, sin embargo de repente empezamos a sentir el cuerpo más pesado, nos falta el aire y sentimos tirones por todos lados. ¿Y ahora? ¿Es mejor detenerse o seguir? Los especialistas dicen que no existe una única respuesta y que lo fundamental es que cada uno sepa reconocer si es un día menos ágil de lo usual por estar desvelado o por un resfrío inminente, por ejemplo.
Si fuese por desvelo, más vale seguir.
Si seguir corriendo te cuesta trabajo porque volviste tarde la noche de ayer, lo principal es no perder la rutina del entrenamiento. En cambio, si se trata de una debilidad física por un resfriado por ejemplo, claro que será mejor dejarlo para otro día e irse a casa.
Markus de Marées, especialista de la Escuela Superior de Deportes de Alemania, recomienda además no hacer siempre el mismo recorrido. "Eso puede llevar a que uno se canse, esté menos motivado para salir. En cambio, si hace otro recorrido probablemente corra más rápido y lo haga con más ánimo", apunta. También puede servir variar el ritmo, proponerse correr en carrera hasta el próximo árbol o hasta la esquina.
Además, según de Marées, hay que evitar ser extremistas. "El que entrena hasta llegar a la contractura va por mal camino", asegura. Entrenar demasiado puede llevar a una caída del rendimiento "porque la musculatura no tiene el tiempo suficiente para recuperarse para la próxima salida y entonces se vuelve no mejor, sino peor", señala. En decir: más vale no olvidar las pausas, así el cuerpo se puede recuperar.