Convertirte en proveedor absoluto de una casa puede acabar con tu paz mental, tus vísceras y con tu relación de pareja.
Cuando el dinero falta, el amor entra por la puerta y sale por la ventana», solía advertir mi abuelo. Nunca le creí. No acostumbro conectar lo que siento por alguien con la economía. Resulta un concepto miserable, codicioso. Hasta que comenzó el espectáculo. He visto al menos media docena de relaciones cercanas desplomarse como torres de Jenga. El factor común: crisis financiera, deudas a montones, desacuerdos por quién pagará, sensación de ser exprimido por el otro, de trabajar mucho y no tener lo que se desea. Y el amor, en efecto, se va por el escusado; ya ni siquiera por la ventana. Porque todo conflicto no tocante a lo monetario se vuelve más complejo de dialogar o pasa a segundo plano en la urgencia por sobrevivir. Nunca he sido partidaria de que un hombre cargue con el peso total de los gastos de una casa. No obstante en ocasiones es inevitable. Tal vez ella ha decidido dedicarse a cuidar de tus hijos, está desempleada o (has abierto tu bocota) y ofreciste mantenerla. El punto es, ¿puedes convertirte en el modelo masculino clásico, responsable de abastecer? El que hoy puedas con tus egresos y conserves la oportunidad de ahorrar, no significa que sea factible. ¿Será cierto que donde come uno, comen dos o tres? ¿Crees lograrlo? Nosotros sí. Comencemos a reeducarte.
Destripa tus hábitos
Todo en la vida es un hábito. Esos actos inconscientes que te hacen lo que eres. Analízalos. Si gastas de modo compulsivo o impulsivo, estás endeudado por bienes no dirigidos a vivienda, educación o a un auto, debes al mes más de lo que ganas, usas siempre tarjetas de crédito y no tienes un plan de administración mensual, es obvio que no has focalizado y tus hábitos apestan.
No te latiguees. La mayoría no recibimos educación al respecto. Observa el historial de tu familia. Robert Kiyosaki en su libro Padre rico, padre pobre, comenta: «Un razón por la que los ricos se hacen más ricos, los pobres se hacen más pobres y la clase media lucha con las deudas es porque lo relativo al dinero se enseña en el hogar? Y ¿qué puede un padre pobre decir a sus hijos sobre el dinero?». Si aprendiste -a través de palabras o hechos observados- que ganarlo es difícil, administrarlo un tanto más; que si tienes, hay que correr a gastar hasta agotarlo y que vivir correteado por los acreedores es común, sabrás la respuesta. Pero no todo está perdido, comienza por hacer un esquema básico. Carlos Morán Urquiza, administrador financiero y experto en planeación estratégica, te da algunas claves.
Crea tu balance personal antes de decidir
1 Utiliza una hoja de Excel o un cuaderno de cuadros chicos.
2 Divide la hoja en dos: activos y pasivos.
3 En activos anota tu sueldo mensual real, no bruto (brutos los impuestos) y si tienes algún otro ingreso fijo. Evita anotar dinero que crees ganar pronto, tampoco supuestos aumentos de sueldo o bonos. Se usan cifras reales y actuales.
4 En pasivos anota tus gastos fijos mensuales como servicios, renta o hipoteca, comida, gasolina, ropa, seguros, diversiones (sé honesto. Lo común en un soltero es gastar un sexto de su ingreso al mes en bares y otros entretenimientos). Las deudas por crédito merecen un apartado. Si te es imposible liquidarlas, anota el pago mínimo y agrégale un pequeño porcentaje al capital. Es decir, si tu mínimo es de 3,000 pesos, anota 3,500 o 4,000. No hacerlo es regalarle tu dinero a la institución. Sólo estás pagando intereses, un mitigante para que no te llamen tres veces por día; pero la deuda ahí sigue. Aumenta una cantidad consciente para imprevistos.
5 Ahora, suma todos tus pasivos y resta esa cantidad al activo. Si te sobra al menos un 10 por ciento de tu sueldo mensual, tienes capacidad de ahorro.
El momento de la verdad
Haz un balance «simulacro» en caso de decidir mantener a tu mujer. Hacerlo porque «crees que sí te va a alcanzar» es una idea estúpida, pruébalo matemáticamente.
Enlista los pasivos que cambiarían con ella, como los servicios, comida, ropa y multiplícalos por 1.5. En promedio se calcula que cuando mantienes a alguien, tus gastos no se duplican, sino aumentan 1.5 veces. Si un hijo está en camino, se multiplican por 2.2 (olvida el pregón de «Todo bebé trae su torta bajo el brazo»). Haz cuentas. Si gastas 20,000 necesitarás 30,000 y, con un bebé en puerta, 44 000.
Ahora súmalos a tus pasivos fijos, actualiza la renta si piensan mudarse y, de nuevo, todo réstalo a tus activos. ¿Es posible? ¿Quedas en números rojos? ¿Aún así logras ahorrar aunque sea el cinco por ciento de tus ingresos?
Ya tienes un panorama. Quizás tengas ahorros pero, si mes a mes estos disminuyen de modo significativo, no puedes tomarlos como base para tu decisión. A menos que tus gastos con ella representen el 35 por ciento de la cantidad que tienes, puedes resolver mantenerla utilizándolos como soporte.
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Reestructurando tus finanzas
Si a todas luces te urge un cambio de hábitos para poder asumir tus gastos y los de tu mujer, o bien, sigues soltero o ella también cuenta con ingresos pero no comprenden por qué cada vez trabajan más y tienen más problemas económicos, recopilamos las mejores estrategias para cambiar tu situación a la voz de ya.
1. Desecha las compras compulsivas e impulsivas
Trata de recordar qué has comprado el último mes. Piensa qué uso le has dado. ¿Realmente te sirve, siquiera lo desempacaste o lo necesitabas? Las compras impulsivas son producto de la publicidad. Te tragaste el cuento del producto milagro, no pudiste dejar de ?aprovechar? los 12 meses sin intereses o el 2×1; o la edecán te embobó al grado de ir derecho a la caja. Cuando estés frente a una posible compra, analiza «¿Lo necesito?», «¿Realmente es una ganga o es un truco?», «¿Tengo dónde usarlo?». Discrimina lujos y esnobismo. Puedes regalarte algo costoso pero, si te mantendrá pagando durante más de tres meses (a menos que elijas un plan por comodidad), no es asequible en ese momento para ti. La compulsión por comprar puede ser desde un mal hábito hasta una adicción que implica no poder parar, sentir culpa y síndrome de abstinencia (urgencia por salir de nuevo a atacar las tiendas, sobre todo durante una depresión) y requiere de terapia. La próxima edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales DSM catalogará la compra compulsiva dentro de su listado de patologías dado su incremento actual.
2. Ahorra en servicios y comida
Este par de rubros son los más susceptibles a disminuir números cuando cambias de hábitos.
– Si estás en casa enciende sólo la luz de la habitación donde estés. Al salir, y dormir desconecta todos los aparatos semiencendidos. Si aún apagados tienen una luz encendida, consumen energía. Salvo el refrigerador, todo puede desconectarse. Utiliza un «no break», al presionar un botón todo aparato conectado a él dejará de aumentar tu cuenta de luz. Lava en una sola tanda varias prendas -una lavadora consume los mismos watts por una camisa que por veinte.
– Utiliza más el teléfono de tu oficina, los mensajes instantáneos o el e-mail y evita marcar sólo para decir «Voy para allá».
– Analiza qué canales ves en realidad en tu sistema de cable. Busca un plan y deja de pagar por los que no ves.
– Ve al súper como un ama de casa de antaño. Compara precios. Esas leves diferencias en centavos, sumados, se hacen cientos. Consulta programas para el consumidor, es común que los productos domésticos caros tengan la misma calidad que otros con empaques o renombre menos atractivos pero más baratos.
– Cocina más y gasta menos en restaurantes. Además de sano, de acuerdo con la chef Fernanda Reyes: «Un platillo hecho en casa suele costar en promedio 90% menos». «A la comida se le gana hasta el 200% sobre el costo de sus ingredientes», advierte.
3. Sé un experto en crédito
Estar endeudado ya es un estilo de vida. Esa fue una de las principales razones de la actual crisis financiera mundial: el exceso de deuda de las familias. Una tarjeta de crédito no es dinero tuyo, te están prestando y te cobran por hacerlo. Ninguna institución financiera es «Teresa de Calcuta».
– Memoriza tu fecha de pago y de corte. Atrasarte en la fecha límite te hará pagar entre 200 y 500 pesos, más tu deuda. Cuando estés por usarla, piensa qué fecha es y qué tanto falta para tu corte. No la sobrecargues, espera al siguiente periodo. Procura que tu saldo de deuda mensual sea apenas el 10% de tus ingresos. Así cada mes podrás pagar el total para no generar intereses y no crearás una bola de nieve.
– Pagar sólo el mínimo de una tarjeta es inútil, ya te dijimos por qué.
– Si debes más de lo que tienes en tu cuenta de ahorro, rompe tus tarjetas y no las uses hasta que ?en teoría? puedas liquidarlas.
– Antes de aceptar o solicitar un crédito, analiza el Costo Anual Total (CAT), son todos cargos inherentes a un financiamiento, como intereses, comisiones y cargos adicionales. Elige el más bajo o cómodo para ti. No te vaya a salir más caro «el caldo que las albóndigas».
– Si estás con el agua al cuello y te es insostenible pagar, acércate a tu banco y solicita un plan. Tienes que pagar pero ellos lo aligeran en fechas o cantidades.
No olvides que hablando se entienden las parejas. Si en este momento es imposible mantener a tu mujer, díselo y ya. Suponer que estar juntos «te dará la fuerza» o la fortuna para lograrlo es planear un desastre. Busca opciones o, si las condiciones lo permiten, su ayuda. Elimina esa apología (cómoda para nosotras) de que eres responsable de darnos techo y comida. No somos tus hijas ni nos cambiaste por una dote.