Conoce la evolución de tu cuerpo y aprovecha los beneficios de las mejores herramientas de entrenamiento que tienes: las piernas.
Puede que no hayas notado las mejoras físicas del cuerpo la última vez que diste de resoplidos, pero las recientes investigaciones de un grupo de biólogos, doctores y antropólogos señalan que los humanos hemos evolucionado para correr mejor. Argumentan que la evidencia histórica y biológica demuestra que fuimos diseñados para correr y, por lo mismo, esas pruebas demuestran que el correr mantiene nuestros cuerpos en sintonía.
En una cacería de «persistencia», en Kalahari, en África, el biólogo Louis Liebenberg observó cómo unos bosquimanos corrían detrás de un antílope. Suena imposible pero esta tribu, al igual que el resto de los humanos, tienen una ventaja evolutiva. Los humanos sudan para refrescarse, los antílopes no. Al correr en el calor sin parar (para que el animal no se pueda recuperar) el hombre puede ganarle al antílope más rápido del mundo. Liebenberg y otros creen que nuestros cuerpos funcionan como lo hacen, ya que hubo un momento en el que nuestra supervivencia dependió de nuestra habilidad para correr distancias y de nuestra resistencia. Y no es solamente nuestra capacidad para retar a los desodorantes lo que nos hace corredores por naturaleza.
El doctor Daniel Lieberman, profesor de antropología en Harvard, Estados Unidos, se dio cuenta por primera vez de nuestra ventaja cuando observó un cerdo sobre una caminadora. «No puede mantener su cabeza quieta», señaló uno de sus colegas. Después contemplaron cómo corre un perro, el cual sostiene su cabeza «como un proyectil». La diferencia es el ligamento nucal ligamentum nuchae, el cual se estira desde la parte anterior del cráneo, por el cuello y hace que nuestras cabezas no se balanceen de un lado a otro. Los perros lo tienen porque evolucionaron en su forma de correr. Los cerdos, no, ni siquiera los chimpancés o parientes más cercanos. Nosotros, sí. «Fue una epifanía», dice Lieberman. Los humanos fueron construidos para la persecución.
«Es por ello que sudamos, no tenemos pelo, estamos alargados y estamos erguidos», argumenta Lieberman. También por ello nuestros traseros son como son. La investigaciones demuestran que nuestros músculos gluteous maximus no nos ayudan mucho al caminar, pero son esenciales para mantenernos derechos cuando corremos. Nuestras piernas también evolucionaron para correr. «Las piernas humanas están llenas de tendones», afirma Lieberman. «Son como resortes de energía elástica y ésta no se usa cuando caminas. Pero cuando corres, el almacenar y luego soltar la fuerza de impacto para impulsarte es crucial».
Hay montañas de evidencia biológica que demuestran que nuestro cuerpo se beneficia de la acumulación de kilómetros. El correr puede incrementar el tamaño de la cámara ventricular izquierda del corazón hasta 20 por ciento, conforme nuestras arterias se adaptan para distribuir el oxígeno. El aumento de la presión sanguínea forma nuevos capilares y hace que las células sean más eficientes en nuestros músculos. Estos cambios pueden hacer que suba 20 por ciento la cantidad de oxígeno que el cuerpo usa (la mejor medida de tu condición física).
Al parecer nuestros cerebros también mejoran con el ejercicio de resistencia. Existe la «euforia del corredor» (una pequeña dosis de endorfinas para el cerebro) pero las investigaciones comprueban que el ejercicio también afecta un área llamada hipocampo, la cual juega un papel clave en el humor, memoria y aprendizaje. El ejercicio también produce nuevas células cerebrales, nuevas conexiones entre las células existentes y nuevos vasos sanguíneos que proporcionan energía. Los que se ejercitan tienen mejor desempeño en los exámenes neurológicos, además de que el ejercicio previene daño cerebral.
Zancadas que alcanzan
No todos apoyan la teoría de la evolución de la resistencia y el correr. Antropólogos de la University of Wisconsin, en Estados Unidos, Travis Pickering y Henry Bunn, argumentan que la cacería de persistencia era demasiado inusual como para haber sido un factor importante en nuestra evolución. Pero Lieberman está convencido: «Sabemos que la gente ha corrido desde hace dos millones de años. La mejor arma que tenía antes era un palo de madera afilado; matar un animal con eso era difícil y peligroso». ¿La alternativa? Simplemente haz que el animal corra de ocho a 15 kilómetros hasta que se muera de cansancio y luego le das un palazo. «Fácil.»
Entonces, si los humanos evolucionaron para correr distancias, ¿quiere decir que todos tenemos que meternos a maratones? No necesariamente. «Los humanos han cazado con armas lo suficiente como para que otros talentos también se hayan desarrollado», argumenta el doctor biólogo Bernd Heinrich, autor de Why We Run: A Natural History.
Lo que viene
El aumento de la agricultura puede ser que haya cambiado nuestra forma. Por eso algunas personas son bajas y fuertes y otros tienen la complexión delgada de un corredor de larga distancia. Otros deportes, como la natación o el ciclismo, puede que encajen mejor con otros tipos de cuerpo.
De cualquier forma, las raíces de los corredores llegan lejos. Al observar el arte primitivo de Zimbabwe, Heinrich vio a los cazadores en plena zancada e incluso uno de ellos mostraba los brazos extendidos en señal de triunfo.
«Algo dentro de nosotros todavía tiene la necesidad de perseguir antílopes», expresa Heinrich. «Sin ese instinto seríamos lo que es un perro faldero para un lobo. Y somos inherentemente más parecidos a los lobos ya que la persecución en comunidad es parte de nuestro carácter biológico». Mastica la información, puede ser que te motive a permanecer más tiempo en la caminadora.