Llega a su lado salvaje a través de su corazón. Cultiva tu relación y haz que crezca tu vida de pareja y lograrás gran sexo.
Supe que estaba verdaderamente confundido en torno a las mujeres y la lujuria, la noche en que soñé con un clítoris que tenía la forma dela nave «Enterprise» de la serie Star Trek, con todo y sus módulos de teletransportación.
Hasta ese momento, siempre había pensado en esa parte de la anatomía femenina como un pequeño amiguito parecido a la goma de un lápiz. Sin embargo, todo cambió luego de platicar con unos científicos que ahora, en vez de considerarlo como un simple «botón del placer», hablan del «complejo clitorídeo», conformado por una serie de componentes en forma de «V» que pueden alcanzar el tamaño de un pene. Para entender mejor, hasta me dieron ganas de revisar un plano. O un mapa del tesoro.
Pero eso no fue lo realmente confuso. Es normal que los hombres no entendamos a fondo a las mujeres. Más bien, lo que señalan estos expertos es que inclusive las mismas mujeres también están confundidas. Posiblemente, hay igual cantidad de terminaciones nerviosas en la punta del clítoris que las presentes en la cabeza del pene. La diferencia es que están más concentradas en el primero. Por otro lado, la respuesta genital a la excitación tarda más en ellas que en ellos y, cuando esto sucede, todo parece indicar que la gama de sensaciones es enorme.
Cultivar el deseo
Sin embargo, en lo que parece que coincidimos mucho es en lo relativo al clítoris: ninguno de los dos está muy enterado. De hecho, en el caso de las mujeres hasta parece haber un cierto olvido. Es como si, en pleno juego previo, dijeran: «Con que esto es el sexo. Se siente bien. Debo recordar hacerlo más seguido».
Esta imagen de la sexualidad femenina (con la maquinaria en marcha en la parte de abajo pero con dudas en el cuarto de mando, en la parte de arriba) no es muy alentadora. Sin embargo, si estamos notando un problema de comunicación entre un hombre y su pareja (y entre una mujer y su cuerpo mismo), el hecho de que lo reconozcamos es el primer paso hacia su solución. Además, en vez de considerar la percepción femenina del sexo simplemente como un reflejo de la masculina, el hecho de adentrarse en ella considerándola algo muy distinto es el primer paso hacia la tierra prometida del sexo perfecto para ambas partes.
Pero cuidado: el camino puede ser sinuoso, especialmente para los cavernícolas (porque el meollo del asunto es atrapar la mente femenina) y para los «políticamente correctos» (porque hoy día, entre las feministas, se utiliza el concepto de «deseo responsivo» y eso nos suena a los hombres como algo extrañamente pasivo).
Además, no hay fórmulas simples. Las mujeres varían mucho más que los hombres cuando se estudia el concepto en que tienen al sexo y al deseo.
A lo largo de mi investigación, escuché de todo: desde la leyenda de una mujer cuadraplégica que tenía orgasmos extragenitales al aplicarse un vibrador entre el cuello y el hombro, hasta los consejos «a la antigua» de una ancianita que administra una sex-shop. Sin embargo, lo que más escuché fueron las historias de mujeres con relaciones longevas que soñaban con que sus parejas un día lavaran los trastes, les dieran muestras de cariño desinteresadas y que, de vez en cuando, las lanzaran a la cama, les arrancaran la ropa y las sometieran a un buen round de… discusiones filosóficas.
La frase «quiero que los hombres se porten como hombres» surgió con frecuencia. Casi tantas veces como la vieja réplica: «hoy no, amor; estoy cansada». Las mujeres me recordaron que no siempre se llega al destino final (es decir, el sexo ideal), pero también me dieron buenas indicaciones sobre cómo llegar allá. Algunas fueron psicológicas. Por ejemplo, la importancia de que los hombres recuerden, luego de más de seis meses de relación, decir cosas tan simples como «gracias». Pero muchas otras fueron sobre temas más mecánicos. Por ejemplo, la manera en que el deseo desaparece cuando el sexo produce dolor. (Por cierto, los lubricantes se encuentran en el mismo pasillo de los condones…)
Por otro lado, me recordaron constantemente que el principal reto del hombre «especialmente cuando se está en una relación» es cultivar el deseo de la pareja. No puedes esperar que funcione automáticamente. Es responsabilidad tuya tanto como de ella. Para que te des una idea: en un estudio que se realizó recientemente en Universidades de Estados Unidos entre mujeres que tienen relaciones estables, la mitad admitió que, en las últimas dos semanas, había tenido sexo con su pareja con su consentimiento pero sin deseo. Y eso que en la Universidad todo es más fácil. Así que, si deseas que tu chica siga deseándote, no dejes de trabajar en ello. Felizmente, la ciencia te puede ayudar.
Desorden y deseo
La ciencia ayuda pero no como te gustaría: con una píldora rosa para ellas que haga lo mismo que la azul para ellos; aunque la empresa farmacéutica Boehringer Ingelheim (BI) produjo un medicamento que busca combatir el Desorden de Deseo Sexual Hipoactivo (DDSH). Sin embargo, no fue aprobado por la Food & Drug Administration (FDA), instancia del gobierno estadounidense que regula la comercialización y el desarrollo de alimentos y medicinas en ese país. El medicamento en cuestión, que se llamó Flibanserin, tenía la intención de reducir la serotonina (que regula el apetito sexual en el cerebro) y aumentar la dopamina (hormona que produce sensación de bienestar). Y, aunque no logró obtener el visto bueno de la FDA, muchos analistas consideran que la existencia de un artículo como éste en el mercado tendría mucho más éxito que el que ha tenido Viagra y los demás productos para hombres.
En un estudio financiado por BI, 48% de las mujeres con DDSH que tomaron Flibanserin tuvieron un aumento de deseo sexual. Sin embargo, la crítica en contra del medicamento se centra en la posibilidad de que, si estos productos se comercializan (como el parche de testosterona que ya se vende en Europa), su uso se recomendará mucho más ampliamente de lo que la evidencia médica indica, gracias a agresivas campañas de mercadeo y a nuestra tendencia para considerar que las medicinas son siempre soluciones rápidas y fáciles.
Pero volviendo a la pregunta: ¿cómo puede ayudar la ciencia? Primero, explicando cómo funciona la lujuria en las mujeres; por qué, de pronto, desaparece; y qué hacer si disminuye el deseo, sin necesidad de acudir a la farmacia. Esa explicación comienza con un famoso experimento que se hizo en el Centro para las Adicciones y Salud Mental de Toronto. Todo lo que tenían que hacer los participantes era sentarse solos a ver pornografía. La función comprendía sexo heterosexual y homosexual, así como imágenes de hombres y mujeres desnudos haciendo aeróbics en la playa e, incluso, pietaje de bonobos (una especie de chimpancé) copulando. Las respuestas de los participantes se midieron de dos maneras: a través de cuestionarios que iban llenando y con un instrumento colocado en sus genitales que medía las reacciones fisiológicas.
En general, la respuesta sexual de los hombres fue muy simple. Si los hombres piensan con los penes (como alegan muchas mujeres), entonces al menos éstos y sus cerebros están en el mismo canal. Los heterosexuales reaccionaron así con el sexo heterosexual. Los homosexuales, con el homosexual. Ante la acción nudista, hubo buena respuesta. Sin embargo, el termómetro bajó completamente cuando daban el show de los románticos bonobos.
Las mujeres respondían igualmente a los cuestionarios: las heterosexuales se excitaban frente a la sexualidad heterosexual mas no frente a los monos, por ejemplo. Sin embargo, sus genitales contaban otra historia. Aunque señalaran lo contrario en los cuestionarios, los sensores en sus vaginas registraban excitación no sólo ante la interacción heterosexual sino también ante cualquier forma de sexo (incluidos los monos).
Ahora bien, esto no significa que todas las mujeres sean bisexuales o que les exciten los primates. Una interpretación para la manera en que desconectan su mente y su cuerpo tiene que ver con el proceso evolutivo: a la hora del apareamiento, tienen que escoger bien a su pareja, para que sea alguien fuerte que las defienda y que se quede con ellas para ayudar con la cría. «Las mujeres tienen mucho que perder tras un encuentro sexual. Por tanto, tiene sentido que sean precavidas», dice la doctora Meredith Chivers, psicóloga de la Universidad de Queens y autora del mencionado estudio.
Esto tiene sentido. Sin embargo, ¿cómo es posible, entonces, que los genitales femeninos reaccionen tan indiscriminadamente ante una variedad de situaciones excitantes? Chivers dice que es una reacción automática. «Es como los vegetarianos que salivan cuando ven un corte de carne; no es que se lo quieran comer; es un simple reflejo». Otro ejemplo que nos da tiene que ver con una de las hipótesis más perturbadoras que hemos oído de una persona consagrada a la ciencia: posiblemente, en nuestro lejano pasado, puede que la violación de mujeres haya sido tan común que los cuerpos femeninos se adaptaron a ello, activando un mecanismo automático de lubricación vaginal que, de alguna manera, protegiera a la mujer del dolor. Muestra de ello es el hecho de que, en el estudio, las mujeres iniciaron este proceso de «excitación automática» inclusive cuando vieron una violentísima escena de la película The Accused, en la que el personaje de Jodie Foster era violada simultáneamente por varios hombres.
Ahora bien, en busca de una interpretación menos drástica, diremos que, social y emocionalmente, a lo largo de la historia las mujeres han sido mucho más conscientes que los hombres, tal vez porque sienten que la unión familiar les dará mejores oportunidades de sobrevivencia. ¿Será por eso que están listas para tener sexo sin deseo como una forma de mantener cerca a la pareja? No necesariamente. «Eso no significa que estén dispuestas a ello; finalmente, sigue siendo sexo que no quieren», dice Chivers.
Así, hasta aquí, esto no suena alentador para los hombres. De cualquier manera, saber que la respuesta psicológica de una mujer puede ser tan importante como la fisiológica (y qué tan arraigada es esta cualidad en su ser), puede ayudarnos a entender un poco mejor a todas aquellas chicas que nos han rechazado en el pasado. Igual y esto explica por qué les parece risible o, incluso, absurdo que les preguntemos cuál es la parte de la anatomía masculina que más les excita…
«Si me gustas, me gusta tu cuerpo», dice Tracy Quinn, autora del libro Diary of a Manhattan Call Girl. «Claro, hay límites», agrega antes de desviarse completamente del cuerpo: «algo que nos atrae es que un hombre se preocupe por los métodos anticonceptivos; si un hombre se preocupa por mí, me puedo relajar».
A esta evidencia hay que sumar el testimonio de Debby Hebernick, doctora del Instituto Kinsey (y colaboradora de MH), quien me explica ciertos factores que tienen que ver con los orgasmos femeninos. Gracias a eso, estoy a punto de entender cómo es que las participantes de un estudio señalaron que, más que la estimulación clitorídea, para un buen orgasmo les importa «la intensidad psicológica del encuentro sexual» o «la satisfacción que les da la relación con la otra persona». En su libro Because It Feels Good, Hebernick dice que la lujuria de una mujer es directamente proporcional a la felicidad y satisfacción que le da su pareja, así como la intensidad del deseo de él (es decir, qué tanto es deseada ella).
La separación mente-cuerpo también puede explicar cómo es que una medicina tipo Viagra difícilmente puede ayudar a las mujeres a encontrar el deseo perdido. Viagra puede aumentar el flujo sanguíneo en ambos sexos. Y eso basta a los hombres. Para las mujeres no sirve ni para el arranque. Aunque su cuerpo diga «¡vamos!», su mente puede pensar «alerta, puedes embarazarte» o «no quiero, este tipo se ha portado como un idiota últimamente».
La testosterona, que últimamente se ha prescrito para resolver este problema femenino, parece enfilarse como un mejor remedio, ya que afecta cabeza y genitales. Sin embargo, es eficaz mas no eficiente porque no produce mejoras a largo plazo.
Si el problema es el estado de la relación de pareja, dice Sheryl Kingsberg, jefe de medicina conductual en University Hospitals Case Medical Center, «la paciente volverá a los tres meses y nos dirá que todavía no le gusta su esposo».
Luego de este comentario, podemos concluir que, desde siempre, los hombres hemos estado jugando el juego equivocado. No se trata de ganar su cuerpo. Ésa es la parte fácil. Lo difícil es ganar su mente.
Pastillas para desear
Aparentemente, éste es un juego que ambos géneros estamos perdiendo. En un estudio realizado en 2008 por la publicación Obstetrics & Gynecology, cerca del 40% de las participantes (mujeres de todas las edades) dijo que nunca o casi nunca deseaban sexo. De cualquier manera, esto sólo preocupaba al 10% de las mismas. Y esto concuerda con el triste panorama de otras investigaciones, salvo en dos temas: las participantes no fueron escogidas al azar, y el estudio fue patrocinado por una empresa farmacéutica. Tal vez, con este análisis buscaban preparar el mercado para una solución farmacéutica al «problema» de la falta de deseo femenino.
De cualquier manera, investigadores independientes señalan que las mujeres no lo consideran algo que necesiten resolver. Les preocupa que se trate de «patologizar y medicar» lo sano. Un artículo en el British Medical Journal describe la «disfunción sexual femenina» como la evidencia más reciente de la «creación corporativa de enfermedades». Y, de hecho, es posible que esta condición efectivamente haya sido «creada» indirectamente por los medicamentos, ya que los síntomas pueden ser efectos secundarios de ciertos antidepresivos, medicamentos contra la hipertensión arterial, etc.
Un estudio alemán reciente señala, con cierta ironía, que algunas mujeres que consumen píldoras anticonceptivas tienen menores niveles de excitación sexual, lo que, a su vez, podría orillarlas a tomar medicamentos para aumentar el deseo.
Más allá del tema de las medicinas, este debate podría traer como consecuencia una conclusión alarmante para los hombres: la aceptación generalizada de que la falta de deseo en las mujeres es algo normal.
De hecho, el término de «disfunción sexual femenina» está siendo debatido últimamente. Mucha gente alega que es el resultado de una equivocada extrapolación del concepto masculino: que se considere la presencia de deseo sexual como lo normal; y su ausencia como lo anormal.
Sin embargo, estudios recientes sugieren que el instinto, las ganas o la lujuria no son un requisito para el sexo en un tercio de la población femenina. En vez de eso, para muchas existe un «deseo responsivo» que es activado por alguien o algo externo. En esos casos, posiblemente, primero se da una reacción física de excitación y luego -tal vez, a menos de un minuto de alcanzar el orgasmo- viene el deseo.
Esta concepción siempre me pareció un poco pasiva. Sin embargo, no lo es, según la doctora Lori Brotto, de la Universidad de British Columbia. «Más bien, podría ser que las mujeres responden a una incitación sexual o, bien, la inician pero sólo porque fueron motivadas a ello». En vez de actuar por un impulso irresponsable, ellas buscan razones para tener sexo. «Esas razones pueden ser de índole sexual (algo como «quiero sentir placer») o no (por ejemplo «porque quiero aumentar la intimidad con mi pareja o porque quiero desestresarme»). Como ven, no es nada pasivo este enfoque».
Si se considera el concepto de «deseo responsivo» en el Manual de Diagnóstico y Estadística de Enfermedades Mentales (mejor conocido como DSM, por sus siglas en inglés) es muy probable que los doctores sean menos proclives a recetar medicinas en contra de la falta de deseo sexual espontáneo. Sin embargo, dice Kingsberg, si el problema persiste y la mujer nunca siente deseo, «entonces sí estamos ante un caso patológico».
Por otro lado, dice Kingsberg, hoy las feministas podrían estarse sumando a un discurso distinto: aquel que, antes, era sólo de los doctores viejos, quienes habitualmente restaban importancia a la disminución del deseo sexual. Y, aunque las feministas tienen buenas razones para defender ese tema, al mismo tiempo pueden estar propiciando que haya mujeres que, aunque tienen la necesidad de reencontrar su deseo sexual, se sientan mal por ir en contra de la corriente, de lo «normal».
Consejos para que ganen las ganas
¿Y entonces en dónde quedan un hombre y una mujer que quieren mejorar su vida sexual sin necesitad de tomar medicamentos? Si se trata de ganar su mente (más que su cuerpo), ¿por dónde empezar? ¿Qué se hace cuando el deseo está intacto pero la vida diaria y las relaciones parecen estar inventando constantemente razones para no tener sexo? Esto nos sucede a todos. Inclusive a una amiga mía que, aunque dice tener banda ancha entre su cerebro y su vagina, un día me dijo: «¿qué les pasa a los hombres? Podrían estar teniendo sexo con nosotras todo el tiempo. Sólo necesitan descifrarnos, encontrar la llave». Tal vez el problema es que no hay una llave única. Y, posiblemente, la llave que un día abre tan fácilmente su cinturón de castidad, al otro puede atorarse sin motivo aparente. De cualquier manera, he aquí algunas ideas que pueden servirte:
«Con frecuencia, ser deseada es lo que hace que las mujeres sientan deseo», dice la psicóloga Marta Meana, de la Universidad de Nevada en Las Vegas. Esto es, claro, si ella tiene especial interés en ti (y si tú lo haces porque ella te atrae verdaderamente como persona y no sólo como la posibilidad de llevar a la cama a alguien). De cualquier manera, esto deja de funcionar cuando se trata de relaciones más longevas, ya que la vida doméstica modifica muchas cosas: por ejemplo, a veces, las mujeres asumen roles maternales que matan la libido; otras, ellas comienzan a sospechar que un marido se acuesta con su esposa sólo porque no tiene otra opción. Esto último explicaría por qué muchas mujeres fantasean con la posibilidad de tener sexo con un extraño.
Por otro lado, he aquí el comentario más inteligente que he oído «y esto es lo más cercano a una llave que yo he encontrado» sobre las mujeres y su lujuria: «Uno no suele hablar de sexo con la persona con quien se tiene relaciones sexuales». Y he aquí un término que hace que los hombres huyan de cualquier cama: hablar. Sin embargo, a juzgar por la mayor parte de las relaciones personales, la conversación «o plática picante, si prefieres» es posiblemente el eslabón perdido en el sexo. Y con mayor razón, considerando que la lujuria femenina se desarrolla más en los cerebros que en los cuerpos femeninos.
Tammy Nelson, consejera marital de Connecticut, es quien me dio este tip. Y ella sugiere que, en tu plática, termines cuatro frases que no sólo resolverán muchos de tus problemas de pareja, sino también ayudarán a subir la temperatura:
1 Algo que realmente me gusta de nuestra relación es…
2 Algo que realmente me gusta de nuestra vida sexual es…
3 Algo que ya hacemos pero que me gustaría tener más es…
4 Algo que me gustaría intentar es…
OK. Es más complicado que eso. Sin embargo, en su libro Getting the Sex You Want, Nelson sugiere distintas conversaciones «paso-a-paso» que las parejas pueden tener para comenzar a abrirse al tema e incrementar el repertorio sexual. Si tu pareja es tímida o conservadora, lo ideal es que esto se haga gradualmente.
Otro consejo de Nelson es tener, al menos, una cita romántica semanal con tu pareja. Y, como una cena con ella no será suficiente, también es importante agendar encuentros sexuales semanales. Eso ayudará a que ambos se preparen psicológica y físicamente para ello (como en los tiempos en que apenas empezaban a salir).
Por otro lado, los hombres suelen considerar como juego previo un apretujón de nalgas o dar vuelta a sus pezones como si fuera la perilla de una radio. Sin embargo, ellos necesitan sintonizarse mejor con ellas y considerar que las mujeres no son «automáticas» como los hombres, ya que no se ven los genitales a diario, que no se masturban con tanta frecuencia y que hay una constante desconexión entre su voluntad y su cuerpo.
Para restablecer la conexión, muchos terapeutas les sugieren que se masturben más seguido. Pero no para darte show, sino para que ella se explore y se conozca mejor. De hecho, mucha gente recomienda un acercamiento tipo budista al asunto: no tanto de quemar incienso y poner música new age, sino de concentrarse en las sensaciones y hacerlo de manera gradual. Por ejemplo, comenzar haciendo meditación. Posteriormente, estimular los sentidos de manera no sexual concentrándose en texturas de distintos objetos. Luego, subir el tono y pedirle que se fije en las sensaciones de su cuerpo en la ducha, por ejemplo. Y, por último, que se enfoque en cómo se siente su cuerpo desnudo contra el tuyo.
Por otro lado, otro consejo es que los hombres dominen el tiempo. No, no se trata tanto de evitar la eyaculación precoz ni de ir al ritmo de las mujeres. «Es injusto que queramos que los hombres actúen como mujeres cuando están haciendo el amor: siempre mirando a los ojos, siendo suaves, moviéndose sutilmente…» Realmente, se trata de que vayan preparando el terreno (desde susurrarle al oído dos días antes algo como «me gustaría hacerte tal cosa en la cama pasado mañana»), que se enfoquen en un juego previo efectivo y que, cuando llegue la hora, que hagan lo que deban hacer con vehemencia. Ojo con este último término: si a las mujeres les excita que las avientes a la cama y les rompas las ropas, no es porque les guste la violencia. Según Nelson, «es porque buscamos ser tan deseadas que hacemos que los hombres ya no puedan resistirse un segundo más».