Estos resultan imprescindibles para muchas personas a las que les gusta la naturaleza.
Primero, decidir si se quiere un monocular o un binocular. "Los monoculares, por los que uno mira solamente con un ojo, son adecuados para aquellos a los que el peso o el espacio les resulte clave y en cambio puedan renunciar a una visión estereoscópica", explica Boris Gnielka, de la revista "Outdoor".
Lo habitual en ese caso es optar por un tipo de telescopio, que es excelente para observar la naturaleza a gran distancia. Para el resto de usuarios, lo mejor son los binoculares clásicos, de los que hay dos tipos básicos en función del sistema de prismas que emplean: los tipo Porro y los de tejado o techo.
"En los prismas Porro (llamados así por el apellido de su inventor) la lente óptica y la ocular están desplazadas una de la otra dentro del tubo", explica Gniela. Así, el espacio por el que se mira suele ser más angosto que los objetivos ópticos (o a veces al revés, si se usan los prismas Porro invertidos).
Se trata de binoculares más bien anchos y cortos que no son caros, cuestan en torno a unos 67 dólares, pero son más voluminosos y pesados que los de tejado, en los que las lentes ópticas y oculares están en una misma línea.
Para conocer la calidad de un prismático lo esencial es la medida del objetivo y su factor de ampliación. Este último "da idea de cuánto más grande se está mostrando al objeto que se observa o cuánto más cerca parece el objeto de lo que está", indica Peter Frankenstein, de la asociación Spectaris de tecnologías ópticas, médicas y mecatrónicas.
"Un prismático con medidas 8×42 posee por ejemplo una capacidad de agrandar ocho veces y un objetivo de 42 milímetros", explica otro experto, Peter Diekmann. Cuanto más grande es el objetivo, más luz entra, y con 42 mm se puede ver mucho incluso en penumbra.
Las medidas más habitualñes de objetivos son 20, 24, 32, 42, 50 y 56 mm. "Los de 20 y 24 son los clásicos binoculares de ópera, pero no sirven para otras cosas", señala Diekmann, aficionado a la caza. Los cazadores suelen utilizar los de 50 o 56 mm, ideales para el atardecer. Pero los excursionistas o amantes de los pájaros no necesitan tanta apertura, es suficiente con 32 y 42 mm.
Un factor de ampliación de 8 es adecuado para cualquier persona, dice Boris Gniel, porque "el binocular se lleva sin problemas en la mano". Con un factor de más de 10 hay que llevar algo para sostenerlo o bien apoyarlo en un trípode.
Los que tienen más de 20 "cuestan varios miles de dólares", subraya Diekmann, por lo que hay que tener cuidado con ofertas muy buenas que prometan esa ampliación, por lo general son productos malos.
El precio de unos binoculares es enormemente variable, desde los 56 a casi los 3.000 dólares, señala Diekmann, y dentro de esta gama se encuentra de todo.
Según su uso, otra cuestión importante es que sean relativamente resistentes. "Es una ventaja que aguanten golpes y salpicaduras de agua", indica Gnielka. Los modelos resistentes al agua se venden a partir de 225 dólares. Algunos modelos incluyen también un medidor que marca la distancia a la que está el objeto.
También los hay electrónicos que graban las imágenes y las reproducen digitalmente, incluso en 3D, pero Gnielka opina que no son comparables con unos binoculares auténticos: uno obtiene una imagen digital que es siempre de peor calidad.