Es difícil deshacerse de esos cinco kilos de más, pero lo es más cuando son apenas los primeros cinco que tienes que bajar.
Algo llamado P90X
Tiempo que toma bajar 5 kilos: 40 días
Grado de dificultad: Alto
Al empezar, no tenía ni idea de qué representaba ese 90. Odié el nombre. Me sentía ridículo diciéndolo. P90X: podría haber sido el nombre rechazado de algún modelo antiguo de Pontiac. P90X: podría ser uno de esos planetas potencialmente habitados que últimamente parecen pulular todo el tiempo en las órbitas de estrellas más o menos cercanas. P90X: un carrito rojo para niños. Incluso después de recibir el paquete de 12 dvds por correo, continué despedazando el nombre una y otra vez, hasta que descubrí una nación entera de personas que habían visto todos los infomerciales nocturnos y los testimoniales eternos, y que después se habían clavado con el programa hasta completarlo. Ya ni siquiera asociaban el programa con el número. Hablaban del hombre, del inventor del concepto, del líder a quien habían decidido seguir. «Ah, ¿Tony Horton?», me dijo un amigo en un elevador. «Es asqueroso.» La mujer que iba a su lado asintió vigorosamente.
Pero, ¿qué es lo asqueroso? Al principio, nada. Horton está muy consciente de que es un tipo apuesto, de que parece una figura de acción; resulta obvio que es alguien informado y entendido, se expresa en un lenguaje limpio, sin abusar de la jerga técnica, y tiene un sentido del humor decente. El primer día lo dedica entero a hacer lagartijas y sentadillas, y hay bastante espacio para tomarse una que otra pausa cuando el cuerpo ya no dé más. El segundo día comienzas con entrenamiento de saltos, y te recomienda llevártelo con calma, si lo necesitas. De cuando en cuando, empieza a presentar el entrenamiento «Ab Ripper», que es un ataque breve pero infernal a la zona abdominal. Un día estás haciendo pesas para dar forma a los hombros y la espalda y al día siguiente toca hacer yoga. Después hay más pesas. Luego karate kempo, que viene siendo algo más como boxear con un contrincante imaginario que un arte marcial. Después hay más pesas. Y ya ha pasado una semana entera. Se abordan músculos distintos cada jornada. Nada duele… bueno, no demasiado. Te da un día de descanso, y luego arrancas de nuevo. Y es entonces cuando todo se empieza a poner asqueroso. Habiéndolo hecho ya una vez, esperarías hacerlo mejor. Comienzas a dejar de atender la recomendación de tomártelo con calma, y empiezas a escuchar a Horton presionándote para que no desmayes, para que te esfuerces más.
El tiempo pasa. Horton mantiene un cronómetro en una esquina de la pantalla. Los ejercicios se vuelven más complicados. Horton ayuda a llevar el tiempo, interpola anécdotas con las rutinas, hace chistes tontos, que además repite más o menos una vez a la semana. Y no ha pasado mucho tiempo, cuando las horas que le estás invirtiendo al entrenamiento empiezan a transformarse en sí mismas en toda una anécdota, una que se cuenta en ese discreto formato de unidades de 60 minutos.
Yo era bueno para el entrenamiento de saltos. Pero jamás logré hacer más de 20 minutos de las sesiones de yoga (de 60). ¿Cómo explicar que la postura del guerrero me destrozaba? Buscaba gente con la que pudiera hablar de esto, a la que pudiera decirle y preguntarle mis dudas; pero la única persona de la que realmente quería recibir respuestas era el mismo Horton. Y sólo lo conocía a través de los dvds, a través del programa P90X. Iba en el día cincuenta y cuatro; para ese entonces ya sabía lo que representaba el número. Noventa días. Si le daba el tiempo que había aprendido a robar para el programa, el tiempo que Horton me había mostrado cómo usar, lograría deducir las respuestas por mí mismo.
(Continúa)
Nota cortesía Revista Esquire