La ciudad del pecado llegó al calor tropical floridiano montada sobre un cadillac y vestida con diamantes rojos. The Weeknd se lució en el Super Bowl LV con un espectáculo que ató lo mejor de su estilo visual y brilló con un atuendo que tomó más de 250 horas de producción.
El partido enfrentó a dos grandes: Tom Brady vs. Pat Mahomes. O, más bien, Tampa Bay Buccaneers vs. Kansas City Chiefs. Quedó demostrado que el primero es —y será— el quarterback más legendario en la historia de la NFL. Una victoria record que dejó el marcador en 9 – 31 y le ganó un séptimo anillo.

Y mientras que todos los ojos estuvieron sobre el balón, como todos los años, fue el medio tiempo el que mantuvo a los aficionados de la música y no el deporte pegados al televisor.
La barra estaba altísima. ¿Cómo superar a J-Lo y Shakira, icónicas y legendarias como lo fueron? Imposible. Sin embargo, The Weeknd convirtió aquel estadio en su visión escarlata, una oda pandémica a su álbum After Hours. Entre memes y críticas, el blazer rojo se tiñó con diamantes e hizo brillar una noche que muchos esperábamos.

Tras un año sin conciertos, el performance de Abel Tesfaye fue un mensaje claro. Aún no hemos salido de esta; pero estamos sobreviviendo. Nos olvidamos de los cambios de vestuario infinitos y las múltiples plataformas cambiantes. El neón de Las Vegas se convirtió en la puesta de un espectáculo diseñado para el momento en que vivimos: ahora la vida sucede en casa y, gran parte del tiempo, a través de la pantalla.
Tanto así, que por unos momentos lo vimos desaparecer para navegar por las entrañas cubiertas de neón del escenario, acompañado únicamente de la cámara y —más tarde— bailarines misteriosos. ¿Qué nos encantó del show? Es contundente en su respeto por las normativas de salud. De pronto, entre luces ocurre una inundación de personajes en blazer rojo. Se empujan y amontonan entre sí. Pero, todos y cada uno de ellos trae una especie de máscara pandémica. El cubrebocas al estilo The Weeknd.

Lo mismo ocurre en la ciudad del pecado. Sus músicos llevan máscaras cubiertas de brillantes. En las gradas, el coro está vestido en un atuendo salido de una novela de ciencia ficción: careta transparente y túnica blanca, con dos pequeños focos rojos sobre los ojos que dan una apariencia robótica. Distancia entre cada uno, y sobre el pasto de la cancha lo mismo; bailarines enloquecidos en su propio espacio. Y entonces, The Weeknd, se pasea con micrófono en mano, engalanado con diamantes.
El saco americano no es nada particularmente nuevo que le hayamos visto puesto al cantante. Se ha convertido prácticamente en su firma: blazer rojo, cara golpeada. Pero eso sí, para crear este look de Super Bowl para The Weeknd, el equipo de Givenchy necesitó más de 250 horas de trabajo. Una verdadera obra de arte que necesitó el trabajo de cuatro artesanos que colocaron las piezas una a una.
Sus bailarines, vestidos en la versión menos glamorosa, imitaron el atuendo con el que cantó en los American Music Awards 2020. Una rendición más sangrienta y brutal de su rostro golpeado en el video de Blinding Lights. Y para los Premios Grammy, que ignoraron completamente a The Weeknd a pesar de tener la canción del año, fue una muestra explícita de lo que se perdieron.
En fin, que entre tanta crítica, nosotros tenemos algo que agradecerle a The Weeknd. Fue el show necesario para el momento. Y desde el otro lado de la pantalla, un respiro desde un mundo en el que la música en vivo ha tenido que darse una demasiado larga pausa. Aunque, eso sí, nos hubiera gustado ver la coreografía más famosa de Tik Tok.
