San Francisco, la ciudad de la niebla.
Mientras todo parecía detenerse a causa de la pandemia, en San Francisco comenzó un nuevo éxodo que no sabemos cómo repercutirá al tratar de entender a dicha urbe.
Aún en este punto álgido, ofrece lugares, momentos, acciones que, al menos por un instante, se perciben inmutables.

El éxodo hacia San Francisco
Los neones comienzan a encenderse.
Son las ocho de la noche y aún no oscurece por completo en San Francisco.
Hay ruido en las calles del Tenderloin, uno de los barrios históricos más complejos de la ciudad.
Y es que parece, o al menos así lo dejan ver los transeúntes, que está de moda caminar con una bocina colgando.
Se escuchan hip hop, rock, cumbias y reggaetón al mismo tiempo. Cada quién va caminando a su ritmo y volumen, como si los audífonos hubieran desaparecido repentinamente de la faz de la tierra.
Las banquetas están sucias y una llovizna reciente las ha dejado húmedas.
Algunos rincones sueltan un hedor cuyos componentes es mejor no analizar y, conforme la oscuridad se hace más presente, conviene acercarse a Union Square para, bajo el halo de Macy’s, sentirse “más seguros” que entre la multitud de junkies dueños de todas las calles que rodean la zona comercial.

Entro al 720 de Post St…
Por fuera parece un restaurante genérico.
El letrero rojo de OPEN está acompañado de otro de Corona Extra y uno más de Blue Moon, aunque en el menú que está pegado en la ventana destacan que tienen cerveza Chang.
iThai no es un lugar cualquiera, protagoniza entre las opciones más auténticas en la ciudad cuando se tiene antojo de la grasosa y picante comida callejera de Bangkok.
Pido un calamar a la parrilla y un omelette de mejillones y queso.
Además, dos o tres Chang.
Y mientras veo cómo las gotas de grasa caen de un trozo de comida de vuelta al plato, recuerdo algunas de las muchas sentencias que hizo Anthony Bourdain:
“Cualquier persona que no la pase bien en San Francisco está muerta para mí. […] El suyo es un pueblo bebedor a dos manos, carnívoro, sucio, desagradable y maravilloso”.
Un constante cambio de rostro
Camino sin evitar perderme, porque solo así uno encuentra joyas como Propagation, bar en Lower Nob Hill aún sobre Post St. que destaca por su verdor.

El nombre refiere a la propagación de plantas que lo adornan y lo convierten en una especie de oasis donde predomina el concreto.
La oferta consiste en nulo acceso a wi-fi y cocteles frescos que combinan con la vegetación.
Nuestros favoritos: el Take Off Your Trousers and Fire Up Your Browses, que contiene bourbon, lima, ginebra y bitters; y el Night After Night con tequila blanco, limón, piña y crema de coco con topping de tahín del Himalaya.
Propagation es uno de los bares más nuevos en la ciudad y su clientela es predominantemente local.
Aunque es evidente que dentro de poco la mayoría de sus habituales serán turistas, hasta que los viajes no se normalicen por completo se puede ver a los habitantes de la ciudad hacerla suya de nuevo.
Se escuchan murmullos desde todas las mesas. Hay mucho de qué hablar. Una de las conversaciones más comunes en estos días tiene que ver con lo que ya todos llaman “el éxodo”.
Las grandes movilizaciones de gente con miras a establecerse en otros sitios se han vuelto un asunto frecuente en San Francisco.
Recordemos que se convirtió en objeto de análisis de los efectos de la gentrificación cuando, con el crecimiento de Sillicon Valley, la llegada de techies de todo el mundo elevó tanto los precios de venta y renta de los inmuebles que los habitantes originales de la ciudad tuvieron que desplazarse hacia otras ciudades o países.
Una ciudad con esencia hippie y revolucionaria…
Esta vez el éxodo también incluye a quienes llegaron durante aquella ola y que ahora, gracias a las bondades del trabajo remoto, pueden regresar a sus ciudades natales o trabajar desde sus puntos favoritos del orbe sin pagar por los precios casi prohibitivos que se alcanzan en San Francisco.
Uno de los temas calientes del momento es la extraña reducción del precio de las rentas tras la migración de muchos techies.
Los rumores son optimistas respecto a que una vez que los espacios se han liberado y los precios han bajado, aquellos que dejaron la ciudad hace unos años podrían volver.
La ciudad parece estar ansiosa de regresar a su esencia hippie y revolucionaria, pero que esto suceda no es tan seguro.
Pese a que muchas rentas bajaron hasta un 24%, expertos del Bay Area Economic Institute han declarado a The Guardian que “incluso con una caída fenomenal de las rentas”, la ciudad aún se encuentra en una de sus crisis habitacionales más profundas.
Ahora que la población está por cambiar de nuevo, nos queda preguntarnos cómo será el San Francisco que visitaremos en los próximos años.

Todo lo que permanece
Hay cosas que nunca cambian.
Pese a todo lo que ocurre siempre en San Francisco, la estampa de Union Square es tan inmutable como la de Times Square en Nueva York.
Veo parte de este paisaje cliché desde el piso 21 del hotel Nikko. Su pulcritud contrasta con el caos nocturno de la ciudad.
En este hotel de inspiración japonesa hay orquídeas y muebles de diseño. Y ahora que es pet-friendly también hay figuritas caninas por doquier: peluches, postales y hasta un libro.
Todo puede comprarse para donar un porcentaje a organizaciones benéficas que cuidan a los perros sin hogar.
Todo responde a una tendencia clara: cada vez más viajeros se hacen acompañar de sus mascotas.
Cada vez más adultos en las grandes ciudades prefieren, también, tener perros y gatos antes que hijos.
Así que no sorprende que el hotel haya diseñado un rincón especial para que los perros puedan jugar en la terraza (tienen hasta un minicable car) mientras uno disfruta un coctel en un cómodo sofá con vista a la ciudad.

Pero mi perro no está conmigo, así que el plan para el día siguiente tiene que ver con el descanso absoluto: permanecer tanto tiempo como sea posible en la alberca y solo dejarla para comer en Anzu, restaurante de cocina japonesa contemporánea del hotel –su sopa udon con hongos shitake reconforta, y la selección de sashimis despierta el paladar–, y luego tomar un trago en Feinstein’s, donde cuando hay suerte se presenta alguna banda de jazz. Aunque la noche no puede ser muy larga.
Iré al norte en cuanto salga el sol.
De vuelta en el camino
Un consejo: ten amigos en tus ciudades favoritas.
Así es más divertido tomar un auto y salir a la carretera.
Sentir por un momento que, juntos, son personajes de prácticamente cualquier novela de Jack Kerouac, de quien tantas huellas hay en esta ciudad, y volverse “locos por vivir, locos por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo”.
Dejar que el viento les choque en la cara y convencerse de que eso sana el luto por la muerte de lo que considerábamos “normalidad”.
Somos cinco personas hambrientas de naturaleza y de ostras con prosecco. Hacemos camino hacia el norte para llegar a Tomale’s Bay, apenas a una hora y media de la ciudad.
Y cuando llegamos a esa larga y estrecha entrada del Pacífico, nuestra primera parada es Tomales Bay Oyser Co., donde cada uno compra un paquete de 60 ostras por 65 dólares.

Nos estacionamos sobre la carretera, bajo un árbol que nos protege con su sombra. Vemos hacia el mar, donde algunas personas pasean en kayak.
Como al parecer sugiere la moda, llevamos también una bocina para escuchar algo de música y preparamos nuestros cuchillos para abrir las ostras y disfrutar el festín.
Las burbujas del prosecco son perfectas para acompañar el sabor a mar de nuestro alimento que, por inverosímil que parezca, no tarda en acabarse.
Caminamos entonces a Hog Island Oyster Co., uno de los negocios más populares en esta bahía dedicada a la cría de ostras, y obtenemos unas cuantas docenas más. No es que el esfuerzo haya sido en vano, pero pronto nos queda claro que necesitamos algo más sólido para calmar el hambre.
Entonces decidimos girar la brújula hacia el sur para ir a Tiburon, pero hacemos una escala inesperada cuando, a la altura de Point Reyes Station, un misterioso letrero aparece.
Dice “Heidrun Meadery”.
Convencidos de que el mead protagonizará la próxima fiebre entre los fermentados, apostamos por una cata de cuatro variedades de un líquido que, como bien dicen, va “de la flor a la copa”.

«Cada sorbo se convierte en un instante de magia»…
Para quienes aún no tienen la fortuna de conocerlo, el mead es una bebida alcohólica que se obtiene tras fermentar miel con agua, algo que en México conocemos como hidromiel.
Este fermento puede sofisticarse al grado de parecerse a la champaña y presentar notas florales y minerales.
Y es que nuestra mesa se encuentra encerrada entre las ramas de un árbol magnificente rodeado de flores de todos los colores posibles.
Descubrimos que con el consumo del tasting flight (20 dólares) o alguna de las botellas de mead que venden en el lugar es posible instalarse para hacer un picnic. Un plan que los conocedores ejecutan en el momento de nuestra visita, pero –ante la carencia de insumos– debemos partir.
El sol empieza a bajar cuando llegamos a Sam’s Anchor Café, visita obligada en el acaudalado pueblo de Tiburon, condado de Marin.

Pedimos el pan con queso azul, fish & chips y la novedad: un paquete de hamburguesa con champaña por 25 dólares que anuncian como un combo para “la gente más especial”.
Minutos antes de que caiga la noche, las grandes casonas de las colinas comienzan a prender sus luces, la terraza del Sam’s, ubicada en pleno puerto, se aviva.
Nos rodean los yates y de San Francisco ya no vemos nada.

La ciudad ha sido cubierta por la niebla.
Brindamos.
El otro lado del puente
Siempre que pensamos en el Golden Gate, pensamos en San Francisco, pero no en lo que hay al otro lado.
Esta vez, tras nuestra cena en Tiburon, decidimos pasar la noche en Cavallo Point, hermoso hotel enclavado en lo que hace años fue una base militar y que, como el Nikko, es miembro del grupo Preferred Hotels.
De aquel pasado de milicia solo quedaron las casas que hoy son las habitaciones
históricas del resort, que se han complementado con otras de construcción contemporánea que ofrecen una vista privilegiada al famoso puente.
Ubicado en el Área Recreativa Nacional Golden Gate, a Cavallo Point lo rodea la naturaleza, algo que planeamos aprovechar tras una buena noche de descanso.
Por la mañana, el lobby del hotel ofrece café, té y panadería francesa, desayuno breve y perfecto para acompañar una caminata por los alrededores.
El frío ligero de las mañanas en la bahía nos acompaña a la base del puente, a 10 minutos caminando.
La brisa marina nos despeina.
Mucha gente se reúne en un pequeño muelle a pescar, a escuchar música, a tomar el café mientras observa el horizonte.
Nos unimos a esa comunidad en silencio y más tarde salimos por un helado a Sausalito, el pueblo más cercano, famoso por sus terrazas y como uno de los escapes clásicos para los locales durante los fines de semana.

El camino de regreso a la ciudad…
Después de recorrer el muelle y hacer window shopping en las muchas tiendas de lujo instaladas en el lugar, llegamos a tiempo a Cavallo Point para nuestra reservación en Murray Circle, entre los sitios más frecuentados a la hora de la cena tanto por huéspedes como por habitantes de los alrededores.
Vino, burrata y un buen corte a la parrilla.
No hace falta nada más.
Nuestras copas chocan.
Estamos tratando de sobrevivir a una pandemia, pero aún en estos tiempos aciagos siempre nos quedará la carretera.
Al amanecer volveremos a ella y haremos camino a esa ciudad que, desde donde estamos, pareciera ser solo un blanquecino montón de niebla.

“I’m always drunk in San Francisco /
I always stay out of my mind / But if you’ve been
to San Francisco /They say that things like this
go on all the time”. – Tommy Wolf, I am Always Drunk in San Francisco
GUÍA BÁSICA
Comer
- iThai
- Comida callejera
de Bangkok. - 720 Post St.
- Tomales Bay
- Ostras al mayoreo en Tomales Bay Oyser Co.
y Hog Island Oyster Co. - Sam’s Anchor Café
- Cocina informal estadounidense
- 27 Main St., Belvedere Tiburon.
- samscafe.com
Beber
- Propagation
- Cocteles de autor.
- 895 Post St., San Francisco.
- propagationsf.com
- Heidrun Meadery
- Catas de mead.
- 11925 CA-1, Point Reyes.
- heidrunmeadery.com
Dormir
- Nikko San Francisco
- 222 Mason St.
- preferredhotels.com
- Cavallo Point
- 601 Murray Circle, Sausalito.
- preferredhotels.com
En el sentido del reloj:
- Transeúnte recorre el Tenderloin.
- El hotel Nikko, de los espacios más lujosos en Mason St.
- La noche en el Sam’s Anchor Cafe, en Tiburon.
- Vista de un rincón de Propagation, de los bares más nuevos en San Francisco.
- Las ostras se compran al mayoreo en Tomales Bay.
En el sentido del reloj:
- Las habitaciones de Cavallo Point y sus vistas privilegiadas al Golden Gate.
- En temporada encontrarás puestos de cerezas frescas en el camino de San Francisco a Tomales Bay.
- Vista de la casona principal de Cavallo Point que funciona como lobby, boutique, bar, restaurante y galería de arte.
- Una estampa clásica de los escapes a Tomales Bay.
- Sam’s Anchor Cafe es visita obligada cuando se llega a Tiburon.
Fotos y texto: Mónica Isabel Pérez
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