Una joven charla animadamente con su pareja, sentados ambos una playa privada. En un momento dado la chica se quita el sujetador, para estar más cómoda, maniobrando por debajo de su camiseta. La conversación con su acompañante prosigue con toda naturalidad «como si no hubiera pasado nada».
Pero algo ha ocurrido: la escena, de más de cinco minutos de duración y que transcurre a la luz del día, aunque para sus protagonistas era privada, ahora ya es pública, porque ha sido grabada con un teléfono móvil por un «cazador furtivo de videos» sin que los participantes lo sepan y ha sido «colgada» sin su consentimiento en un portal de Internet, donde está al alcance de todo aquel que quiera verla o trasmitir su enlace a otras personas.
El voyeurismo digital en playas y espacios públicos es el acto de vouyerismo electrónico más frecuente, según un análisis de Francisco Canals, director de Identidad Legítima (www.identidadlegitima.com), consultora dedicada a defender la reputación digital y el derecho a la intimidad en Internet.
«videos de mujeres tomando el sol en top less, imágenes de hombres con atractivos cuerpos o parejas en situaciones comprometedoras, son tan solo alguno de los ejemplos del voyeurismo digital, una mala práctica consistente en tomar imágenes o videos de vacacionistas para posteriormente difundirlas por la Red», explica Canals, que también dirige la Agencia para la Picaresca (www.fcanals.com) especializada en informar de fraudes, estafas y timos al ciudadano.
Según esta agencia, factores coyunturales explican el auge del «videovoyeurismo». «El primero de ellos es el gran crecimiento que han experimentado los smartphones, que disponen de cámara de video integrada, además de aplicaciones de todo tipo que permiten compartir los videos y difundirlos de manera casi instantánea».
DE LA FOTO AL VIDEO DIGITAL
Este experto recuerda que el «voyeurismo» digital saltó a los medios hace cuatro años cuando en Internet empezaron a proliferar los primeros sitios web con fotos robadas a bañistas. «Si en aquella época el medio logístico era la cámara digital, ahora el fenómeno se ha trasladado a los smartphones y tabletas, cuya movilidad y capacidad para registrar videos de alta calidad ha dado paso al fenómeno del video robado», indica Canals.
Durante el verano «en la mayor parte de casos se trata de videos robados a bañistas durante las vacaciones, pero también abundan contenidos audiovisuales de mujeres en top less, de vestuarios, o algunos tomados en la misma vía pública. Las víctimas son anónimas ya que desconocen que su imagen se ha convertido en objeto de exhibición», explica este experto.
Según Canals, «muchos voyeurs digitales improvisan y se camuflan como un bañista más, simulan encender o apagar su terminal cuando, en realidad, están tomando una foto a la víctima cercana. Otros disponen de sus propios mapas voyeur en Internet, lugares como zonas boscosas cercanas a playas, miradores con vistas a playas u otros espacios estratégicos, donde perpetrar su acción con mayores posibilidades de éxito».
Para el experto: «aunque casi siempre son personas de sexo masculino, no hay un perfil claro de cibervoyeur: puede ser un adolescente, pero también un jubilado».
«Pese a que el idioma inglés está casi diez veces más presente que el español en los contenidos de Internet, en el caso de las imágenes robadas, las de origen español, superan con creces a las de origen inglés», señala este experto en ciberdelitos.
Canals opina que el fenómeno es más frecuente en el mundo latino, donde en general se respeta menos la intimidad de las personas si nos comparamos con otros países del norte de Europa u Oriente, pero España quizás sea el lugar en que más produce debido a que es uno de los países donde más gente acude a la playa a tomar el sol y es una práctica típica criticar, exhibir y exponer a la luz pública, como si no pasara nada.
«Internet es un escenario ideal para los cibervoyeurs pues permite que se sientan amparados en la intimidad y el anonimato que ofrece la Red y, aunque el riesgo y el secreto son facetas de su perfil, el mirón electrónico nunca suele hacer daño físico a sus víctimas», según el autor del Libro rojo del cibercrimen.
CAUSAS: COLECCIONISMO, DIVERSIÓN Y MORBO
Según Canals, el mirón electrónico «realiza las fotos y videos por puro afán de coleccionismo, diversión o autocomplacencia sexual y pocas veces movido por un afán de beneficio económico. Suele divulgarlos en cualquiera de los cientos de foros dedicados al voyeurismo, dónde otros usuarios votan a los mejores cuerpos o intercambian imágenes».
«En la Red ya se ha detectado una cierta diversificación de la actividad de este tipo, por ejemplo imágenes tomadas en retretes, consultas, habitaciones de hoteles, probadores…», señala.
«Este fenómeno ocurre todo el año pero se intensifica ante la llegada de la época estival y, en general, es sin ánimo de lucro o beneficio económico, ya que en casi todos los casos prepondera un afán de exhibición, morbo o la motivación de efectuar un acto de gamberrismo electrónico», señala el director de Identidad Legítima, que agrega que para los mirones electrónicos «cualquier lugar es bueno y viable pero las playas ocupan la primera posición porque las víctimas llevan poca ropa puesta».
Según Canals «los videos se publican y se consumen pero en algunos casos se votan o intercambian. Las chicas en top less son la imagen estrella, pero el cibervoyeurismo se ha extendido a todo tipo de edades y hay fotos robadas a niños, adolescentes y personas de cualquier edad ya que, debido a un afán de gamberrismo digital, a veces la intención puede ser incluso molestar o sentir el morbo de hacer una foto sin ser pillado».
De acuerdo a este profesional, conocer el modus operandi de los cibermirones puede ayudar a cierta medida a protegerse de ellos, pero además ya se están tomando ciertas medidas para atajar este fenómeno, que «no creo que pueda detenerse, aunque si acotarse un poco, ya que hay cadenas de gimnasios, jacuzzis o piscinas que han empezado a prohibir el uso de móviles también en los vestuarios».
Asimismo, señala, «en algunos lugares de Estados Unidos ya se prohíbe acceder con móviles a algunas playas de hoteles o resorts, y está prohibida la entrada con celulares a las zonas de baño de piscinas públicas, parques infantiles y centros escolares».
«En otros países, donde la intimidad es casi cuestión de vida o muerte, como en Arabia Saudita o Corea del Sur, existen grandes presiones para que los fabricantes de móviles incorporen dispositivos capaces de emitir un sonido por cada foto tomada pudiendo, de esta manera, advertir al entorno», señala Canals.
Consultado sobre qué aconseja a una víctima de un cibervoyeur cuando descubre una imagen suya circulando por Internet, Canals explica que «si se pilla a un mirón digital tomando fotos se le puede denunciar, al igual que si uno encuentra una imagen propia en un sitio web donde la están exhibiendo, pero esto suele servir de poco».
«Entonces lo más útil es escribir un e-mail al administrador o propietario del sitio web solicitando la retirada de las fotos o el video, ya que para evitar problemas legales suelen retirar la imagen», explica Canals.