Observar a Madonna con detenimiento implica hacer varias escalas para explorar el mundo cambiante que habita desde sus inicios con el poder de la imagen como elemento vital. De esta manera celebramos los 60 años de vida de una de las artistas más exitosas y polémicas.
Por Benjamín Acosta
La danza contemporánea se convirtió en el primer interés que llevó a Madonna a rodearse de artistas que buscaban romper esquemas. Desde su debut discográfico en 1983 ha desplazado más de 300 millones de álbumes, cifra que la convierte en la solista más vendedora de todos los tiempos.
Desde la rapidez con la que escaló durante los años ochenta, hasta su audaz adaptabilidad que la mantiene como una especie de diva inmortal, Madonna Louise Veronica Ciccone se ha proyectado con éxito gracias a su visión empresarial que genera un blindaje a toda la parte artística que distingue su trayectoria. Ha diseñado una estrategia que le permite estar rodeada de expertos asesores que contribuyen a empujar sus ideas e incrementar su potencial en las áreas de la moda, la coreografía y el ambiente sonoro.
Entre la extravagancia, la inminente fastuosidad, un poco de escándalo para aderezar y un aire de sofisticación y misterio. Es así que su imagen alcanza un extraordinario posicionamiento en el show business.
Después de un inicio difícil en el paisaje urbano de Nueva York a finales de los setenta, Madonna se sube a la cresta de la ola que provoca Like a Virgin (1984), su segundo álbum. Desde el título, la controversia da inicio junto con una multitud de seguidoras que imita su forma de vestir al usar corsés de encaje tan provocadores como el glamour que reflejó en “Material Girl”, donde cierta inocencia que había plasmado en “Holiday” o “Borderline” queda atrás para ser suplantada por el look de Marilyn Monroe en Los caballeros las prefieren rubias (1953). Una docena de millones de copias vendidas alrededor del mundo le daban la razón a su llamativa presencia que fue el centro de la primera entrega de premios MTV.
En 1985 se embarca en su primera gira. Los síntomas de fanatismo se reflejaron automáticamente. Un ejemplo fue la venta de playeras durante el show de San Francisco, California, que alcanzó la velocidad de una prenda cada seis segundos. Los largos collares, blusas negras con tirantes coordinadas con guantes de cuero y cabellos rubios alborotados, definieron la apariencia de buena parte de las asistentes.
Para los días de True Blue (1986), semeja una niña mejor portada, con el cabello corto y rubio. Ése fue el preámbulo de Who’s That Girl World Tour, en cuyas presentaciones comienza a hacer gala de una producción que incluye siete cambios de ropa. Entre sus prendas destaca una chaqueta inspirada en el arte pop de Andy Warhol y creada por la destacada diseñadora Marlene Stewart, quien terminaría por definir la estética de una decena de videos de la cantante.

Los años ochenta no terminarían sin la explosiva mezcla de dramatismo y controversia al proyectar mensajes que critican al gobierno estadounidense y el poder de la iglesia. Todo esto además de edificar una apología frontal por el sexo seguro. Es justo una canción como “Like a Prayer”, que la coloca como el personaje incendiario por excelencia y de manera literal cuando conceptualiza al catolicismo con cruces envueltas por el fuego que enmarcan la sensualidad de la artista. Una apariencia poderosa que ha dejado los rubios atrás por un momento.
La religiosidad convertida en fetichismo se vuelve asunto in crecendo para la artista cuyo objetivo es evitar el hecho de repetirse a sí misma. Durante la gira Blonde Ambition (1990) se coloca como un sinónimo de erotismo y polémica donde además se da el lujo de combinar entramadas coreografías estilo Broadway que la elevan al estatus de culto. Luce una nueva imagen en la que destaca un brassier puntiagudo surgido de la imaginación de Jean-Paul Gauttier.
El extraño y desafortunado documental Truth or Dare (In Bed with Madonna) intenta sacudir más el morbo y acercarse a su compleja personalidad que después se dirige hacia los terrenos de las fantasías y la fotografía en el libro Sex.

Con “Justify my Love” surgen nuevas censuras y, por ende, más publicidad. Como si fuera el fantasma de una Marilyn que explora nuevas fronteras de lo sensual, aparece Madonna dentro de un escenario donde el voyeurismo y la tentación sadomasoquista surgen con un ritmo hipnótico y minimalista. Deja atrás las baladas y la sonoridad juguetona que hasta entonces la habían caracterizado. Un título como el de Erotica (1992), no podría ser más acertado. Aquello de ‘la reina del pop’ pasa a un nuevo nivel para la deidad sexual en la que se especializa cada vez más.
Durante los conciertos de The Girlie Show, se manifiesta como dominatrix posmoderna enfundada en short y brassier negros tan brillantes como sus largas botas, guantes y antifaz. Basada en un óleo de los años cuarenta de Edward Hopper, la cantante expresa lo que para ella es un cabaret en esos días, donde la imagen de Marlene Dietrich y la moda victoriana también permean sus eclécticos gustos. Insólito glamour donde también ejercen influencia otras personalidades como Rita Hayworth, Nancy Sinatra, Frida Kahlo y Remedios Varo.

El desfile de estilos no se detiene y así como en Bedtime Stories (1994) coquetea con el R&B y en Ray of Light (1998) da el siguiente giro acompañada del productor William Orbit. Las bases de la música electrónica enmarcan una apariencia más urbana con una cabellera crecida.

Tras el nacimiento de Lourdes María Ciccone, su primera hija, recibe cuatro premios Grammy y en los VH1 Fashion Awards es galardonada por segunda ocasión como la artista más elegante. Obtiene el primer premio Gianni Versace por “mantener vivo el espíritu y la jovialidad del diseñador italiano”.
En Music (2000) se transforma en indomable vaquera que vuelve a la pista de baile conducida por Mirwais, músico francés que también participa en el disco American Life (2003). Su vida personal se trastoca con el director de cine Guy Ritchie, con quien tiene a su segundo hijo, Rocco John.

A través del Drowned World Tour reafirma su tradición camaléonica al considerar cinco cambios estéticos. En cada show va de un atisbo punk a disfrazarse de geisha, así como del country al mood gitano y mostrarse sin artilugios vistiendo de negro, su color favorito. Cien toneladas de equipo y un par de aviones jumbo 747 formaron parte de esta producción.

En 2003 besa en la boca a Britney Spears y Christina Aguilera, dos célebres discípulas, ante millones de miradas. Los seguidores reafirman su postura incondicional en el Re-invention World Tour que recauda 125 millones de dólares. El espectáculo I’m Going To Tell You a Secret (2006) recapituló esa etapa donde la influencia de la música árabe se hizo presente junto con la evocación de imágenes disímbolas que van del renacimiento a lo religioso, para después trasladarse de lo militar al cabaret y una aventura ecuestre.
Confessions on a Dance Floor (2005), homenajea tanto la música de las discotecas –en especial el estilo de Giorgio Moroder– como sus inicios artísticos al lucir una malla de baile y un cinturón ancho. Toda la pose retro que incluye un peinado que recuerda a la Farrah Fawcett de Los ángeles de Charlie. Con el sencillo “Hang Up” a la cabeza, el álbum vendió 8 millones de copias.

Un año más tarde la marca sueca H&M lanza la linea M by Madonna, la cual trata de prendas y accesorios diseñados por la cantante inspirados en la estética de la disco y dirigidos a un público joven. Usando sedas, lana y licra, entre otros materiales.

Simultáneamente a estar en la mira del Vaticano y de asociaciones como PETA –por vestir un abrigo de chinchilla al visitar un restaurante en Londres–, Madonna critica al gobierno de George W. Bush y muestra su apoyo a Barack Obama al tiempo de no ocultar su admiración hacia Gandhi y Lennon.

Hard Candy (2008) aparece tras firmar un contrato por diez años con la compañía Live Nation por 120 millones de dólares. Su ingreso al Salón de la Fama del Rock and Roll, causó controversia. Justin Timberlake afirmó simplemente que “de pronto es más caliente, más sucia, más divertida”.
Durante su gira Sticky & Sweet continuó sorprendiendo con su mezcla de urbanidad contemporánea, la vieja escuela y el ambiente rave. Sin dejar a un lado su look de gitana acompañado con tintes étnicos, góticos y flamencos en cuyos diseños aparecen los créditos de Givenchy, el neoyorquino Jeremy Scott, Moschino, Miu Miu y Stella McCartney.
Con MDNA (2012) se evidencia una vez más que la fórmula vampírica es la clave. Regresa con William Orbit –responsable de Ray of Light (1998)– y convoca a Martin Solveig para intentar el pop perfecto. Este álbum lleva la inercia dance con lapsus hip-hoperos como sucede en “Give Me All Your Luvin’” y”B-Day Song” con el rapeo incisivo de M.I.A. Como uno de los más valiosos trademarks, Madonna gana un público fresco que sigue a Lady Gaga, Rihanna o Beyoncé.

La escala discográfica número trece marca el punto de flotación que la mantiene hasta el momento. En Rebel Heart (2015) no se queda con ganas de invitar al estudio de grabación a personalidades contemporáneas como Diplo, Avicii y Kanye West. Con un cable negro interviniendo la imagen de su rostro en la portada, envía un mensaje relacionado con la libertad de expresión. Más de ochenta conciertos alrededor del mundo y superando el millón de copias vendidas del álbum, simplemente reafirman el impacto de sus canciones e imagen.