Uno de los directores mexicanos más reconocidos del mundo estrena su nueva película.
Uno de los directores mexicanos más reconocidos del mundo estrena su nueva película. A los 50 años, Del Toro podría estar ante su obra maestra: Crimson Peak, que protagonizan Jessica Chastain, Mia Wasikowska y Tom Hiddleston, es la muestra de cómo un genio es capaz de transformar el horror y las criaturas que lo obsesionan en una obra estética sin comparación.
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Para explorar el mundo interior de Guillermo del Toro hay que tener cuidado; como sucede al ver una película de Alfred Hitchcock, asomarse a él puede causar vértigo: es un pozo sin fondo. Del Toro es un troglodita cultural que con alegría pantagruélica devora libros y cómics y películas: “Aprendí a leer a los tres años y más o menos a esa edad empecé a ver cine. Ahí fue donde me perdí. Cuando vi mi primera película de monstruos dejé de ser un ‘niño normal’. Pero, ¿sabes qué? ¡Qué chingón! Porque ser un niño bueno, como los demás de mi escuela, me daba una güeva espantosa”. Ese mundo que sólo existe en su mente es inmensamente rico en matices y está poblado por las más diversas criaturas: monstruos marinos, vampiros, entes fantásticos, industrialistas siniestros, princesas perdidas, robots colosales, héroes tragicómicos y fantasmas hambrientos, todos los cuales han aparecido en sus películas desde sus primeros pasos. Comenzó con un puñado de episodios del serial Hora marcada, que fueron producidos por Carmen Armendáriz para Televisa a fines de los 80 y donde no sólo comenzó él, sino toda una generación de cineastas que hoy son reconocidos a ni- vel mundial, como Emmanuel Lubezki o Alfonso Cuarón.
“Pero (los programas) eran malísimos”, dice entre risas Del Toro, que hoy luce tan exhausto como jovial mientras atiende a la prensa internacional y afina detalles de posproducción de su última película, Crimson Peak. Estamos en un trailer en el backlot de Universal Studios en Los Ángeles. Cuando recuerda sus primeros pasos como director lanza una carcajada picarona, como de niño que se acuerda de una travesura: “De veras los hacíamos con lo mínimo disponible y a veces sí se veían muy pinches”. Pero algunos, le señalo, se quedaron en la memoria de una generación, así como le pasó a él con capítulos de programas televisivos como Dark Shadows (1966) y The Twilight Zone (1959). “¡Sí, es cierto! Lo que más me gustaba eran los efectos visuales y de maquillaje, que eran mi especialidad [uno de sus ídolos fue Dick Smith, el maquillista de The Exorcist]. Los guiones a veces eran una vacilada porque los hacíamos a la carrera. ¡Eran buenos tiempos!”
A estos años de ensayo siguió Cronos (1993), su primer filme, y desde entonces el Gordo —como le dicen afectuosamente todos sus amigos— se ha convertido en un director superestrella: una mezcla de auteur con genio comercial que oscila entre ambos mundos. Así, tiene filmes como Blade II (2002), Hellboy (2004) y Pacific Rim (2013), pletóricos de efectos visuales y acción o El espinazo del diablo (2001) y Pan’s Labyrinth (2006), relatos lúgubres de insólita belleza.
Su interés, ahora, está en los habitantes malditos de una mansión en ruinas ubicada en un paraje inhóspito, que son los protagonistas de Crimson Peak, su cinta más reciente y que en boca de Stephen King —quien sólo vio un roughcut—, es su filme de madurez, su obra maestra. Es un término ante el cuál Del Toro se muestra un tanto escéptico: “¿Obra Maestra? No será para tanto”.
De los Tres Amigos —el trío de cineastas mexicanos que han causado furor en el extranjero: él, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu— Guillermo del Toro es posiblemente el más modesto al referirse a su obra y a su visión como cineasta, aunque, concede, puede que Crimson Peak sí sea su película de madurez. “Mi Gravity”, dice y sonríe al aludir al celebrado filme de su colega y mejor amigo. Esto en parte se debe a que la hizo a los 50 años ya que con ella se acerca a un ramal del género que adora, que desde hace años estaba en desuso y que resucita con su toque personal: el horror gótico, que en sus manos demuestra estar vivo —y más brutal— que nunca.
Ahora, claro está, viene la disyuntiva: después de Pacific Rim, que fue una película para fanáticos de ciencia ficción —con sus secuencias de batallas entre robots y un derroche abrumador de efectos visuales—, es algo sorprendente (por no decir desconcertante) que le dé seguimiento con una película que es todo lo contrario. Crimson Peak es la historia de una joven recién casada (Mia Wasikowska) que llega a una mansión siniestra y descubre que su marido aristócrata (Tom Hiddleston) y su cuñada (Jessica Chas- tain) mantienen a puertas cerradas un secreto macabro que, al confrontarlo, podría costarle la vida.
Del Toro había querido hacer una película de este estilo desde hacía unos 10 años y sacó inspiración de los lugares más insospechados. Y, claro, antes de ponerse a escribir volvió a la literatura de género que leyó en su niñez y adolescencia, particularmente a la obra de Daphne Du- Maurier (1907-1989). La autora británica que fue muy popular por novelas como Rebecca, la historia de una joven que se casa con un elegante viudo —que en la cinta homónima encarnó Laurence Olivier— y llega a su mansión para encontrar que ni su marido ni su felicidad son lo que aparentan y descubre un secreto terrorífico. Fue filmada por Alfred Hitchcock y es una de las películas favoritas de Del Toro. La influencia de libro y película se siente claramente en la atmósfera de Crimson Peak: “[DuMaurier] era una escritora fuera de serie. Y no sólo sus novelas, sino también sus cuentos son extraordinarios: Don’t Look Now, que en los 70 se convirtió en una gran película con Julie Christie y Donald Sutherland, y The Birds, que no se parece nada a la película de Hitchcock. Su influencia aún está muy vigente. Era muy adelantada a su tiempo y sabía seguir las reglas de [los fundadores del género gótico] Ann Radcliffe y Matthew Lewis, o de las hermanas Brontë y Henry James, para aplicarlas a un relato más moderno. Eso era lo que yo quería hacer”.
Un par de temas que atrajeron a Guillermo de la obra de la autora, y que buscó filtrar a través de su propia sensibilidad, fueron la represión sexual y la búsqueda y cambio de identidad. “También está el misterio de lo femenino y cómo actúan ellas ante determinadas situaciones. Ya había explorado algo así con Ofelia en Pan’s Labyrinth, que era una niña especial, o Mako Mori (Rinko Kikuchi) en Pacific Rim. Ambas son importantes en la trama, pero fui más lejos en Crimson Peak: es como un cuento de hadas pero más truculento. Y si lo piensas, los cuentos de hadas son truculentos de por sí.”
Hay un momento memorable en Crimson Peak: un duelo entre los personajes de Chastain y Wasikowska que se desarrolla hasta llegar a un clímax impactante: una confrontación entre dos mujeres que alcanza proporciones épicas. “Cuando Matthew Robbins y yo estábamos haciendo el guion, yo decía que quería que el clímax fuera como el enfrentamiento total entre dos kaijus [monstruos japoneses], ¿me explico? Que se dieran con todo, que no quedara nada en pie, y eventualmente esto resultó en que fueran Lady Lucille y Edith, dos mujeres que tienen la fuerza de dos monstruos.” Ese fue su propósito y se salió con la suya: las actuaciones están a la altura.
En Crimson Peak pareciera que Jessica Chastain canaliza a un monstruo sagrado del cine, alguien con el temperamento de una figura legendaria como Bette Davis, famosa por hacer villanas memorables. Además es una belleza clásica equivalente a Ingrid Bergman, por su estilo tan particular y contrastante. De hecho, Crimson Peak es como una película de terror clásica de Hollywood. Al decirle eso, Guillermo —con sus característicos lentes y una camiseta negra— se entusiasma y asiente: no es solo un gran director, sino también un cinéfilo voraz que ha visto tantas películas de terror que se emociona por poder aportar algo al género que ama. “Sí, era parte de la idea. Como te dije, yo no vine aquí a inventar el hilo negro ni nada por el estilo, de hecho, este tipo de películas ya existían. Es más, cuando propuse la idea a Legendary y Universal (la productora y el estudio), lo que dije fue: ‘Esto va a ser una película de Deborah Kerr [protagonista de The Innocents (1961), que muchos consideran la mejor película de fantasmas], pero a lo bestia’.”
Este tipo de películas, y el terror gótico por sí mismo, habían caído en desuso al ponerse de moda las películas de zombis, psycho-killers y las de gente que encuentra videos —“que me dan mucha güeva” —. Por eso Crimson Peak se siente como un viaje al pasado y eso lo señalan también sus actores. Guillermo, que creció viendo estas películas, sabe que no está por descubrir el hilo negro, sino que ha repasado un género que hacía mucho no se veía en pantalla. La última cinta del estilo, que recordamos juntos, es The Sentinel (1977), que curiosamente se rodó en el mismo estudio en el que ahora charlamos. Fue una cinta protagonizada por Cristina Raines y trataba acerca de una modelo que se mudaba a vivir a un edificio embrujado en Nueva York.
A Guillermo se le ilumina la cara al recordarla (algo tendrá qué ver que los efectos de maquillaje los hiciera su ídolo Dick Smith): “¡Ah, sí, es cierto! ¡Claro que la vi! Salían Ava Gardner, Burgess Meredith y Christopher Walken. Y había unos fenómenos de feria. Al final era muy burda, muy gruesa, pero sí metía miedo, cómo no. Era como una mezcla de The Exorcist y Rosemary’s Baby, ¿no?”. Algo así, le digo, y Guillermo está maravillado. Por un momento ha vuelto a su adolescencia en algún cine de Guadalajara, probablemente como el único de todos los presentes que literalmente devora la película para después agregarla a su imaginación y hacer uso de ella en años posteriores. “Es que desde la idea era algo muy camp y creo que quisieron hacerla muy seria. Ese es el punto. Cuando haces una película como ésta, tienes que provocar que quien está en la butaca crea algo que es totalmente inverosímil.”
El universo que plantea en su nueva película efectivamente tiene una do- sis de realidad: la cinta abre en Búfalo, Nueva York, en 1901, cuando Nikola Tesla acaba de electrificar toda la ciudad. Esto aporta un momento de auténtica modernidad, la entrada al siglo XX, y de pronto a la película entran en juego elementos fantasmales que se manifiestan en la mansión a la que llegan los recién casados. “El espectador va a seguirte a donde lo lleves. La cosa es tener mucho cuidado de no perderlo si extrapolas demasiado, porque entonces se sale de la trama y se da cuenta de nuevo que está viendo una película. Y cuesta mucho trabajo volver a entrar.”
Le pregunto entonces qué reacción espera de sus fanáticos. Con Pacific Rim se volvieron locos, atestaron las salas. Era la gran película del verano para ellos. Le digo que usualmente se muestran reacios a aceptar la experimentación que hacen directores en otros géneros. Guillermo da un trago a su botella de agua y se encoge de hombros. Francamente, dice, es algo que no le quita el sueño: “Cuando haces una película te avientas un volado y no sabes qué cara de la moneda va a caer. Con Pacific Rim hice una película para el niño de 14 años que hay en mí, que le gustaba ver Ultraman y Ultraseven. Crimson Peak la hice para la señora que hay en mí”, dice antes de soltar una carcajada.
Su película ya está completa, pero aún debe afinar algunos detalles de posprodución. Es un lujo que puede darse, señala, porque Crimson Peak la hizo por menos de la mitad del presupuesto de Pacific, así que la ha trabajado “con menos lana, pero más imaginación. Va a quedar a mi gusto”.
Para Guillermo del Toro, todos sus proyectos son muy personales. Le han ofrecido la dirección de varias películas de superhéroes recientes y él ha rechazado todas. Ya hizo la suya (Hellboy) y ya hizo una por encargo hace años (Blade II). Él prefiere lo propio: “En cierta forma, uno hace esto para contar cosas muy personales. De alguna manera, Hitchcock filmó siempre la misma película, con algunos de los mismos elementos. Podrías decir, con toda propor- ción guardada, que yo hago más o menos lo mismo. Mis temas son recurrentes, no puedo —ni quiero, la verdad— evitarlo”.
Guillermo vive en Agoura Hills, un su- burbio residencial de Los Ángeles, desde fines de los 90 con su esposa, Lorenza Newton Pineda, y sus dos hijas, Mariana y Marisa, pero ahora pasa más tiempo en Toronto, Canadá, donde también tiene una residencia. Todo esto atrae el eterno reclamo de su público en México: “¿Cuándo vuelves? ¿Por qué tus películas en español las haces en España y no aquí?”. “Sí quiero volver”, dice mientras cruza los brazos, antes de llevarse las manos a la cara. “Y sí lo voy a hacer. No sé todavía cuándo o para qué, pero sí, sí lo voy a hacer. Mira, sé que hablo limitado porque llevo muchos años en exilio voluntario, pero eso no quiere decir que no esté al tanto de lo que ocurre. Veo las noticias y no doy crédito. A veces pienso que ya estoy más allá de la estupefacción, que no se puede llegar más lejos, y de pronto la realidad me rebasa y me demuestra que sí, sí se puede. Sería imposible retratar eso sin que estuviera un tiempo allá, precisamente, y fíjate qué ironía: sería una película de horror.”
Del Toro siempre tiene un proyecto nuevo entre manos y algunos acaban por quedarse en el tintero. Dice que hay mucho que le gustaría hacer. No puede abrir un periódico o una página especializada en internet sin que aparezca algo que pueda relacionar con algún proyecto fantástico. “Pero la verdad es que ya no puedo, ya no tengo el aguante de hace 10 años. Ahora sí, en cuanto termine Pacific Rim 2 —que se estrena en 2017—, salvo que sea algo realmente excepcional, no voy a hacer cosas grandes.”
Acomodado en la silla de director, Guillermo del Toro no parece ese ser mitológico del que se habla en los sets. Es un hombre de 50 años que quiere un descanso: “Ya hice lo que quise con grandes presupuestos, con superefectos y me divertí como enano. Ya lo probé, ya estuve ahí, ya lo hice, next. De ahora en adelante, mis películas van a ser de bajo presupuesto, proyectos más personales, tal vez más experimentales. Ya llegué al punto en el que quiero hacer cosas diferentes, más cercanas a mí y que consuman menos tiempo para filmarse. Ahora ando en llamas con la posproducción, pero mañana sí voy a estar todo el día nadando en la alberca con mis hijas. Es todo lo que quiero ahora. Todo lo que necesito”.
El gótico moderno según Del Toro:
10 películas clave para entender Crimson Peak.
—REBECCA (Alfred Hitchcock, 1940)
—THE UNINVITED (Lewis Allen, 1944)
—GASLIGHT (George Cukor, 1944)
—THE INNOCENTS (Jack Clayton, 1961)
—WHAT EVER HAPPENED TO BABY JANE? (Robert Aldrich, 1962)
—EYE OF THE DEVIL (J. Lee Thompson, 1966)
—ROSEMARY’S BABY (Roman Polanski, 1968)
—THE WICKER MAN (Robin Hardy, 1973)
—DON’T LOOK NOW (Nicolas Roeg, 1973)
—THE AGE OF INNOCENCE (Martin Scorsese, 1993)