Hace tiempo que su nombre dejó de aparecer sólo en los créditos de telenovelas y comenzó a publicarse en los medios más importantes.
Hace tiempo que su nombre dejó de aparecer sólo en los créditos de telenovelas y comenzó a publicarse en los medios más importantes.
*****
A ningún actor le gusta que hablen de él sólo por su físico y Jaime Camil no es la excepción. En su caso, además, tiene bien ganado su derecho a la queja: ha actuado en una veintena de películas, a los 22 años ya conducía un show televisivo con su nombre y hace mucho que es uno de los actores más populares de su generación. Además, no le cuesta transformarse por un papel: en una telenovela demostró de lo que es capaz al vestirse, depilarse y maquillarse como una mujer durante los ocho meses que duró la grabación. Sin embargo, de vez en cuando tiene que toparse con preguntas como la que le hice hace unas semanas, poco después de ver Ilusiones S.A., su última película.
“¿Cómo crees que ha jugado tu apariencia física en tu carrera?”, le solté, de veras intrigado, y el eco de mis palabras todavía resonaba cuando advertí que ésa no era, tal vez, la mejor manera de entrar en confianza. A mi favor constaba que mi curiosidad era sincera, y quizás por eso él respondió con una franqueza divertida, inesperada: “Tú me haces esa pregunta porque nunca me has visto llegar a los sets de cine. Quienes sí me han visto me han llegado a decir ‘oye, ¿te podrías bañar, no?’. ¡Con eso te digo todo! Yo soy actor y mi trabajo consiste en leer un guión y convertirme en una herramienta que el director pueda moldear. Nada más. Nunca he pensado mi carrera a partir de mi imagen”.
Camil ya superó la frontera simbólica de los 40 años, es padre de dos hijas y la autenticidad con la que se muestra revela que se lleva muy bien con su propia madurez. Admite haber aprendido mucho en los últimos años, por lo menos desde que la telenovela La fea más bella (2006) proyectó su imagen a escala internacional. Los años que ha pasado en Los Ángeles le han permitido conocer la industria del entretenimiento al derecho y al revés, y medios como Vanity Fair o Variety ya mencionan su nombre de forma cotidiana debido a su papel como Rogelio De La Vega en la serie Jane the Virgin. Y con esa experiencia, ahora no duda en dar opiniones que podrían incomodar a la elite del cine local: “En México hay un grupo, por suerte muy chiquito, que cree que todas las películas tienen que ser artísticas o incomprendidas, y ese grupo crucifica al que se le ocurre hacer una película de género noble, como una comedia romántica. Gracias a Dios eso empieza a cambiar porque está claro que hay un público abierto a propuestas como Nosotros los nobles o No se aceptan devoluciones. En Estados Unidos lo tienen claro: hacen Iron Man porque generan industria, ingresos y confianza, para que luego uno vaya a ver una gran obra de arte como Precious. Sin embargo, a la tercera así que ves dices ‘basta’, porque al cine uno va a entretenerse. Para sufrir, sufres en casa. Quizás el medio mexicano debería aprender que el cine es una industria, no un club de amigos ”.
Ilusiones S.A., en la que se puso a las órdenes del director Roberto Girault (El estudiante, 2009), forma parte de esa cultura del entretenimiento que une a Camil con su público. Basada en Los árboles mueren de pie, obra de teatro de Alejandro Casona, retrata a un grupo de actores empeñados en reemplazar las angustias de la realidad con sueños inventados que el protagonista prefiere llamar “mentiras piadosas”.
ESQUIRE: Los personajes de Ilusiones S.A. dicen que el fin justifica los medios. ¿Tú también crees que un engaño puede llegar a ser legítimo?
JAIME CAMIL: Esa pregunta recorre toda la película. Los ilusionistas engañan, sí, pero también brindan felicidad. Su mentira no es malintencionada y sirve para regalarle alegría a las personas que la necesitan.
ESQ: ¿Alguna vez has sentido que se borra la frontera entre la actuación y tu vida personal?
JC: No, aunque es verdad que algo así me pasó mientras grababa la telenovela Por ella soy Eva: durante ocho meses dejé que me maquillaran tres horas diarias para convertirme en mujer. Al final yo ya me movía de una manera femenina, al grado de que un día mi esposa me preguntó qué me pasaba: me depilaba las manos, usaba medias, en fin. Después de convivir tanto tiempo con el personaje, llegó un momento en el que ya lo llevaba en los huesos.
ESQ: Ya que interpretaste a una chica, ¿qué dirías que es más difícil? ¿Ser mujer o ser hombre?
JC: De inicio me parece que ser mujer es difícil, pero quizá sería aún más complicado ser travesti.
ESQ: ¿Y las mujeres te criticaron o te elogiaron por ese papel?
JC: La mayoría fueron elogios. El mayor de todos fue el de una mujer que no creía que realmente fuera yo quien encarnaba a Eva. “Ya, dime, ¿quién lo hace?”, me decía. ¡Pensaba que Eva era una chava enorme y no yo! Eso me demostró que lo hacía bien.
ESQ: Al interpretar a una mujer, ¿qué dirías que aprendiste del género femenino en general?
JC: Bueno, yo no necesito hacer un papel de mujer para valorar al ser más perfecto que Dios puso sobre la Tierra. Para mí, no cabe ninguna duda de que la mujer es lo máximo.
ESQ: Además de protagonista, también eres productor ejecutivo de Ilusiones S.A. ¿Qué te llevó a asumir dos roles?
JC: Sobre todo el guión, que es muy bueno. El elenco también: Adriana Louvier, Silvia Mariscal y Roberto D’amico son maravillosos. Y un plus fue que se tratara de una película de época. Siempre resulta muy bonito convertir el set, el vestuario y el escenario en algo de otra época. La película me encanta, pero hay que ver cómo nos va. En México, hacer cine no deja de ser un acto de fe.