Una mañana de los años noventa, el payaso Coco salió de su casa para amenizar la fiesta de un niño que cumplía seis años. Durante aquella jornada laboral, Coco se las vio negras, pues no tenía nuevos trucos de magia. Al terminar su acto, vio al festejado acercarse a su madre para hacer una acusación devastadora: «El payaso que contrataste es malísimo». Coco, apenado hasta el alma, improvisó unos cuantos malabares e hizo hasta lo imposible para que los presentes no hicieran caso de su torpeza. «¿A quién le impresionan tus trucos?», le dijo el pequeño. Luego de fallar en el malabarismo, pero negándose a ser derrotado frente al público, Coco apeló al ridículo y comenzó a darse coscorrones hasta que su trabajo fue premiado con una ovación.
Aunque logró salvar el día, Coco salió de aquella fiesta convencido de su fracaso como payaso. Poco tiempo después dejó los escenarios, donde cobraba 50 dólares por show. Detrás del maquillaje, la nariz roja y los zapatotes, estaba un joven Hugh Jackman. El australiano ignoraba que años más tarde volvería a ponerse un disfraz. En el año 2000, consiguió el papel de Wolverine en la primera entrega de X-Men y, gracias al mutante de esqueleto de adamantio, hizo historia: además de protagonizar la cinta que colocó al cómic como el mayor objeto de deseo de la industria cinematográfica, logró inmortalizarse como un superhéroe que, en vez de despertar desaprobación y burla de la audiencia, se convertiría en el ídolo de miles de personas en el mundo.
Hugh Jackman es un hombre implacable. Puede trabajar como payaso, modificar su apariencia física y sobrellevar la presión de las críticas inclementes, si es lo que requiere para alcanzar sus metas. Lo que es más, tiene la capacidad de asimilar y admitir públicamente sus tropiezos personales y profesionales hasta demostrar que su espíritu de lucha posee la misma capacidad de regeneración que el cuerpo del personaje que interpretará por quinta ocasión en The Wolverine, filme del realizador James Mangold que se estrena este mes.
El temple de acero de Jackman no se forjó en los escenarios, sino en su hogar. En un país donde lo socialmente correcto es que los hombres beban mucha cerveza y las mujeres se dediquen a la danza, el hijo de una pareja de ingleses radicada en Australia soñaba con ser bailarín. A los 12 años, después de que un profesor reconociera su talento en la pista y le sugiriera tomar clases profesionales, corrió a casa para darle la buena noticia a su familia. Sin embargo, uno de sus hermanos lo llamó «un pinche marica» y Jackman terminó con el ánimo por los suelos y la firme decisión de olvidar el baile para siempre.
Durante sus primeros años, el australiano no solo compartió el destino de Billy Elliot (bailarín estrella de la comedia musical) al tener que lidiar con las connotaciones negativas en torno al baile y la masculinidad. También, al igual que Elliot, sufrió la ausencia de su madre. Cuando tenía ocho años, ella se fue de Sidney para no regresar, dejando al padre a cargo del pequeño Hugh y de sus cuatro hermanos mayores. Desde aquel entonces, Jackman aprendió una lección que le acompañaría hasta el momento de formar su propio hogar: en la vida no hay nada más importante que mantener unida a la familia.
Todo ídolo tiene un héroe personal. Mientras que miles de personas admiran a Wolverine, el hombre detrás de esta criatura inmortal adora al sujeto de carne y hueso que le ha legado mucho más que su apellido. «Mi padre es una roca, es mi roca», reveló el actor a Scott Pelley, con los ojos llorosos, durante una entrevista para CBS News. Al igual que su hijo, Christopher Jackman presume una tenacidad inagotable. Pese a que sufrió el abandono de su esposa, y un intento fallido de reconciliarse con ella, se las arregló para salir adelante. Si hoy Hugh Jackman sabe que puede lograrlo todo, es porque así se lo enseñó su papá.
Su segundo modelo a seguir es, justamente, su personaje más célebre. «Aunque tiene sus fallas y hasta mi hijo ha dicho que es muy rudo, Wolverine encarna todas las cualidades que me gustaría poseer: fuerza, lealtad y la capacidad de enfrentar a sus rivales», dijo el actor a Esquire desde Australia. En Logan -como también se conoce al superhéroe de X-Men-, el intérprete reconoce una mezcla de carácter que le resulta fascinante. «Si hay alguien a quien quieres en tu equipo, ése es Wolverine. Y si hay alguien a quien no quieres molestar, también es él».
Para algunos fanáticos de los Hombres X, Hugh Jackman es un héroe que, a pesar de sus defectos e imperfección, posee un talante y una determinación envidiables. En los cómics de Marvel, las garras de metal que surgen de los puños de Wolverine no siempre son superiores a la telepatía del Profesor X o al poder de metamorfosis de la bella y escultural Mystique. Sin embargo, si Wolverine es temido y adorado a la vez, no es porque ostente superpoderes que fueron producto de una mutación genética, sino porque es un individuo que, como el sujeto que le da vida en el cine, no se rinde jamás.
Una mañana de 2012, Hugh Jackman se presentó a trabajar en el set de Les Misérables tras haberse sometido a 36 horas de deshidratación. El actor exhibía un rostro demacrado, las ojeras de quien no domina el oficio de velador y la esperanza de capturar la expresión cadavérica de un reo que ha pasado 19 años en la cárcel. Tras sorber un líquido endulzado que le permitió recuperar la energía, se sumergió en agua helada y comenzó a personificar a uno de los héroes predilectos del romanticismo francés.
Para Jackman, obtener el papel de Jean Valjean fue como haber encontrado el Santo Grial. Era el personaje principal de una obra en la que siempre había querido participar. Incluso cuando audicionó para el rol de Gastón -diez años atrás, en The Beauty and the Beast-, cometió la osadía de cantar un tema de Javert, el antagonista de Les Misérables. Quien lo escuchó entonces no solo reprobó el atrevimiento, sino que le aconsejó dejar de fantasear. Según él, Jackman jamás lograría interpretar a Javert. El crítico tuvo razón: cuando el actor se enteró de que Tom Hooper llevaría el musical de Cameron Mackintosh al cine, no persiguió al director para fungir como actor secundario en la película, sino para obtener el papel principal que, además, lo llevó a conseguir su primera nominación al Oscar.
Aunque hace cinco años fue calificado como el hombre más sexy del mundo por la revista People, para Jackman lo más importante no es la apariencia física, sino el profesionalismo. Por ello, parece no haber límites que le impidan lograr una caracterización digna de lo que sus directores le piden. De hecho, en una ocasión, se orinó en los pantalones en pleno escenario de The Beauty and the Beast. Antes de aquella función, Jackman creía estar deshidratado (y ese día no era intencional). En consecuencia, bebió dos litros de agua antes de entrar en escena y, sin suficiente tiempo para ir al baño, una crisis de ansiedad se apoderó de él. «Intentaba cantar y bailar. La última nota requería que relajara ciertos músculos para alcanzarla. Pensé: mierda, si canto esta nota, mojaré mis pantalones. Si no lo hago, terminaré humillado. El actor en mí salió a flote».
El atractivo actor lleva casi 20 años enamorado de la misma mujer. Jackman conoció a Deborra Lee Furness en 1995, durante el rodaje de una serie australiana llamada Corelli. En ese entonces, él acababa de obtener su primer trabajo en televisión y Deborra era una celebridad conocida, a tal grado que Mick Jagger la invitaba a sus fiestas cuando estaba en la ciudad. Poco después de su primera cita -en la que la actriz aceptó ir a cenar con Hugh en lugar de salir a divertirse con el líder de The Rolling Stones-, ambos confesaron sentirse atraídos. Se casaron al año siguiente. «Cuando conocí a Deb no tuve ninguna duda. Fue lo más claro de mi vida», reveló a Jeff Probst cuando el conductor estadounidense lo invitó a participar en su programa de televisión.
En tiempos de escándalos por infidelidades, diferencias irreconciliables y divorcios exprés, el protagonista de The Wolverine asegura estar con la mujer de su vida. Con ella acordó la regla que les prohíbe aceptar que el trabajo los separe por más de dos semanas y superó la frustración de no poder tener hijos biológicos. Tras numerosas visitas al doctor, procedimientos de fertilización in vitro, dos abortos y meses de dolor, Jackman convenció a su esposa de iniciar un proceso de adopción. Al poco tiempo, la pareja recibió en casa a dos niños (Oscar y Ava) y, una vez más, el superhéroe del cine demostró que la perseverancia es un superpoder en la vida real: si se le aprehende con suficiente convicción, incluso puede vencer los retos impuestos por la naturaleza.
Deborra sabe que está casada con alguien que es lo más parecido a un superhombre. En una ocasión, decidió sorprender a su esposo durante un rodaje. Para su mala suerte, llegó al set justo cuando su marido filmaba una escena de sexo oral con una actriz que se hallaba oculta bajo un escritorio. Cuando la coestrella de tan comprometedora escena notó la presencia de la visitante, se sonrojó y pidió una disculpa, a lo que la señora Jackman contestó: «Oh, relájate. Te están pagando por darle un blow job a mi marido. Disfrútalo». Años después, tras el estreno de Australia (2008) de Baz Luhrmann, su coestrella Nicole Kidman aseguró que Hugh es el tipo de sujeto por el que todas las mujeres se quedarían boquiabiertas con solo verlo entrar en la habitación. Sin embargo, desde hace casi dos décadas, él solo tiene ojos para su querida Deb.
Cuando Hugh Jackman aceptó interpretar a Wolverine -criatura inspirada en un glotón y no en un guepardo, como algunos creen-, no era fanático de los cómics de Stan Lee. Tampoco imaginaba que formaría parte de una franquicia que generaría ganancias equivalentes a lo que Barack Obama -el hombre más poderoso del mundo, según la revista Forbes- cobraría de salario tras 2 mil 300 años de trabajo. Una noche después del estreno de X-Men, Jackman salió de su tráiler para iniciar otro día de filmación de Kate and Leopold (2001). Tras haber sido cegado por las cámaras de unos 20 paparazzi que esperaban afuera de su vehículo, el australiano miró detrás para buscar a la celebridad que, según él, pretendían fotografiar. Tras unos segundos, comprendió que todas las cámaras estaban ahí por él.
A pesar de que su fama se ha detonado, Jackman sigue siendo un tipo humilde. A diferencia de otros famosos que defienden su privacidad a sangre y fuego, el mutante más famoso de Oceanía permite que le tomen fotografías cuando está con su familia y atiende con amabilidad a los reporteros que le hacen las mismas preguntas una y otra y otra vez. Si alguien se lo pide, el actor hablará, una vez más, del día en que su madre abandonó su hogar, del momento en el que un niño de seis años avergonzó al payaso Coco y de la función de teatro en la que prefirió mojar sus pantalones a dejar de cantar. No le importará evocar estos momentos de dolor porque, como aprendió de su padre, no hay nada que no pueda superar.
La tenacidad de Hugh Jackman es tan sólida como el esqueleto de adamantio de Wolverine. Si el payaso Coco dejó los escenarios hace más de dos décadas, no fue por la fragilidad de quien se escondía bajo el colorido disfraz, sino porque un soñador perpetuo no se permite fracasar. En 2014, el actor reaparecerá (al lado de Patrick Stewart, Halle Berry, Michael Fassbender, Ian McKellen y Jennifer Lawrence) como uno de los mutantes más célebres del universo de Marvel en X-Men: Days of Future Past. En esa cinta de Bryan Singer, Jackman defenderá, una vez más, la piel del personaje con el que comparte una característica fundamental: una historia de victorias y derrotas que contribuyó a forjar el temple de acero que solo poseen los hombres dispuestos a triunfar.
Esquire: ¿Qué podemos esperar de las escenas de acción de The Wolverine?
Hugh Jackman: Wolverine es un tipo que debe enfrentar un nuevo estilo de lucha en Japón y en esta película no siempre ganará. Tendrá que aprender de sus derrotas y errores. Asimismo, deberá dominar el estilo del samurái y de las artes marciales japonesas. Eso es lo que resulta emocionante y fue todo un reto. La película tiene las secuencias de acción que la gente espera, pero además es muy divertida, porque narra la historia de un individuo que está fuera de su elemento.
Esq: ¿Qué tan exigente fue tu entrenamiento?
HJ: Fue sumamente importante, pues no debe bastar con que la gente diga: «Wolverine está en buena forma». Él es un personaje casi animal y brutal. Cuando se le observa listo para luchar, hay que temerle. Para lograrlo, aspiré a lograr un físico similar al de una bestia salvaje. Por desgracia, para un hombre de mi edad, conseguir esta apariencia toma mucho tiempo y entrega. Soy muy estricto con mi dieta y he estado entrenando durante dieciocho meses. Nunca en mi vida había pasado tanto tiempo en el gimnasio.
Esq: ¿Y qué hay de tu caracterización?
HJ: Se creó una imagen distinta, empezando por el cabello, que ha sido todo un tema durante estos años [ríe]. En esta ocasión tengo dos estilos, porque queríamos que luciera más fresco y la película anterior se ambientó en los años setenta. Ahora además uso un traje, pero no forma parte del guardarropa de Logan y me atrevo a decir que será la última vez que verán a Wolverine usando un Armani.
Esq: ¿Cómo respondes a las críticas de los fanáticos de los cómics?
HJ: Me gusta escuchar lo que tienen que decir porque son grandes conocedores y creo que algunas de sus críticas son justas. Hay quien ha dicho que, en el pasado, no hemos mostrado al verdadero Wolverine, al personaje implacable. Así que, como solo habíamos visto pinceladas de su ferocidad, en esta película decidimos enfocarnos en ese aspecto de su personalidad.
Esq: ¿Qué significa esta película en tu vida?
HJ: Cuando esté viejo y alguien me pregunte qué película debe ver para conocer al gran Wolverine, le diré que ésta. El guión fue asombroso y [el director] Jim Mangold es fantástico.
Esq: ¿Qué aportó James Mangold a la cinta?
HJ: Jim ha sido exitoso en todo lo que ha emprendido. Su trabajo se distingue por la profundidad. Tiene sofisticación y confianza en su narrativa. Jim es vibrante e inteligente pero, a la vez, emotivo y cálido. Él me impulsa como ningún otro realizador. No queríamos que esta película se sintiera como la entrega número tres, cuatro o cinco de una serie, sino que fuera fresca. Es un cineasta que posee una carrera grandiosa, pero que siempre aporta el entusiasmo de un principiante a su trabajo.
Esq: ¿Aún te entusiasma interpretar a Wolverine?
HJ: Sí, no hay un trabajo que no haya disfrutado porque amo lo que hago. Imagina a una persona a la que le encanta el golf y un día alguien le ofrece jugar de manera profesional. Siento que eso me pasó. Uno de mis primeros papeles en cine fue precisamente el de Wolverine, en X-Men. Sin tener alguna idea de lo que implicaba, tuve suerte y me topé con uno de los más grandes personajes del género.