Cuando se aborda el tema de la migración, la imagen que suele venirnos a la mente es la de un compatriota arriesgando su vida en un viaje a través del infierno fronterizo de Estados Unidos. En cambio, la historia de Ramón involucra un boleto de avión hacia Alemania.
El nuevo filme escrito y dirigido por el cineasta mexicano Jorge Ramírez-Suárez (Amar, 2009), cuenta la historia de Ramón (Kristyan Ferrer), un joven de 18 años que vive con austeridad en Durango con su madre y su abuela. Ahí, como muchos mexicanos, convive con el crimen a diario. Por eso, después de cinco intentos fallidos por cruzar hacia Estados Unidos, el protagonista prueba su suerte viajando a Alemania. Una vez ahí, un giro de las circunstancias coloca a Ramón en una situación límite en la que el dinero es escaso y la barrera del lenguaje es un problema que no logra resolver. Todo parece mejorar cuando conoce a Ruth (Ingeborg Schöner), una anciana jubilada con la que iniciará una gran amistad.
En 18 años viviendo fuera de México —cuatro en Estados Unidos y 14 en Alemania—, Jorge Ramírez-Suárez conoció muchos casos como el de Ramón. Sin embargo, al contar la historia de su personaje, no se quiso limitar a que fuera exclusivamente un relato sobre migración; menos aún, que fuera unilateral y reflejara sólo la perspectiva mexicana de los hechos. Tuvo también presente un problema que identificó en Alemania con personas de la tercera edad, como Ruth, quien está jubilada y vive cómodamente en términos económicos, pero se siente muy sola. En esta cinta buscó fusionar todo esto en un relato centrado en la amistad y su capacidad de convertir situaciones complicadas en maravillosas.
Hablamos sobre estos temas con el director y Kristyan Ferrer quienes afirman que la cinta, además de ser entrañable y divertida, está muy lejos de los dramas descarnados que asociamos con las típicas películas sobre migración.
JORGE RAMÍREZ-SUÁREZ
Desde un principio, me quise salir del cliché de hablar de un migrante al que le va de la chingada. Al contrario, quise contar la historia de un cabrón con los huevos de irse a Alemania —se necesitan para negarse a ser un delincuente en el contexto tan cabrón que viven en Durango—, pero también con la fortuna de hacerlo por ser íntegro y honorable, con deseos de ser diferente y salir adelante.
Más que tratar un tema migratorio, la película es sobre la amistad entre dos culturas y generaciones opuestas, sobre todo entre personajes íntegros que quieren hacer algo en lugar de aceptar una vida fácil. Me parece muy importante la relación que desarrollan ellos dos porque son muy humanos, tienen el potencial de dar mucho.
Muchas de las cosas que en la película ocurren en Alemania se filmaron en México, a pesar de que la historia se desarrolla mucho más en ese país. Pero de haber ocurrido lo contrario, habríamos tenido que rodar una semana más en Europa y una menos en México. Eso habría sido mucho más caro y, en realidad, no se hubiera podido hacer por la estructura de la producción.
Creo que tener tantas nacionalidades en el set le dio un toque muy peculiar y un gran ambiente a la cinta. Los alemanes no tenían referencia de cómo se hace el cine en nuestro país y pensaban que llegaríamos como una bola de desorganizados y desmadrosos. Cuando vieron que éramos un equipo de primer nivel, se impresionaron mucho. Al poco tiempo ya estaban muy integrados, se sentían presionados y contentos de trabajar con nosotros. Sobre todo, nos respetaron muchísimo.
Inicialmente, no quise que Kristyan e Ingeborg se conocieran. Trabajé con ellos por separado para que la química se diera frente a las cámaras y no antes. Cuando se ensaya de más, al llegar al set todo está muy mecanizado, se acerca al teatro. En el cine hay que preparar sólo el trabajo de mesa, pero lo emocional tiene que salir ante la cámara. Cuando era asistente de dirección y trabajaba con directores que no tenían claro lo que querían contar, veía cómo el actor se sentía sin guía y reflejaba emociones que eran inadecuadas para un momento determinado. Para mí es muy importante la claridad y el trabajo previo a la película, así como escoger al actor indicado.
Al ver a Kristyan en Días de gracia (2011), pensé: “Éste es Ramón, no tengo que hacerle casting”. Hice audición sólo con los papeles secundarios, con los principales prácticamente no: eran actores que ya conocía y con los cuales ya tenía muy claro que quería trabajar.
Gracias a que tengo la libertad y la posibilidad de hacerlo, voy y vengo con frecuencia. Sin embargo, nunca he dejado de tener un pie aquí [en México]. Por eso no soy un migrante. Mis películas se han rodado en coproducción con otros países, pero siempre he estado aquí haciendo cine mexicano.
KRISTYAN FERRER
Fue difícil crear un personaje desde cero, para ello tuve que hacer una investigación profunda en su policromía de sentimientos y emociones para conocerlo a la perfección. Trabajo a partir de lo psicológico; recreo la memoria del personaje para poder hacer cualquier cosa que me pidan. Aunque en este sentido fue difícil, también fue muy satisfactorio.
Jorge es un gran cineasta, con un objetivo muy claro. Tiene una sensibilidad enorme para saber llevar a un actor, lo cual te da la seguridad de que está haciendo algo bueno. Esta forma particular de filmar me enseñó mucho. Lo agradezco, porque si hubiera trabajado con un director sin claridad, me habría costado trabajo. Él supo venderme su película y acepté el reto de hacerla.
Él ya me había visto en Días de gracia cuando me ofreció el personaje. Leí a Ramón y me di cuenta de que era el polo opuesto. Lo agradezco, ya que me sacó de un cliché con el que me etiquetaban. Me dejó hacer algo diferente.
Trabajar con Ingeborg fue maravilloso. Sabe transmitir emociones y sensaciones. Eso complace mucho a cualquier actor.
Se dice que la mejor herramienta de un actor es el otro y lo confirmé en esta cinta. Me parece que hubo química porque el guión lo permitió, aunque no ocurrió sólo con Ingeborg; el equipo entero estaba tan emocionado al leerlo que todos abordamos el mismo barco y nadie saltó por la borda.
Cuando trabajé en Inhale (2010), en Estados Unidos, no hablaba nada de inglés. Entonces cuando leí el guión de Guten Tag, Ramón, entendí perfectamente al personaje. En Alemania me topé también con la barrera del lenguaje. Nunca había estado en el país y Jorge me pidió que no investigara sobre él y que no aprendiera el idioma. Me identifiqué mucho con Ramón porque creo que lo que él vivió le pudo haber pasado a cualquiera.
Guten Tag, Ramón puede aportar algo innovador. Sin temor a equivocarme, me parece que va a figurar entre lo mejor del cine mexicano. No es una película pretenciosa, aunque pueda llegar a aparentarlo por elementos como el rodaje en Alemania. Está bien hecha, con muchísimo corazón.
El director
Ha hecho cintas mexicanas como Conejo en la luna (2004), Morena (1995) y Amar (2009) en coproducción con otros países. Además de alemanes y mexicanos, el equipo de Guten Tag, Ramón contó con personal de Turquía, Francia, Croacia, Bosnia, Italia y Chile.