De no haber patinado desde joven, tal vez mi vida hubiera sido la del típico asalariado. Quizás hubiera disfrutado cierto tipo de labor más inclinada a lo artístico. Sin embargo, ningún empleo me habría permitido viajar por todo el mundo y experimentar tantas culturas como la patineta.
No extraño nada de la etapa romántica del skateboarding. Estoy feliz de haberla vivido, pero estoy más feliz de lo lejos que ha llegado este deporte.
Experimentar la era underground del skateboarding fue increíble. Si he de extrañar algo, sería a la gente con la que solía patinar. Quisiera que varios de ellos lo siguieran haciendo.
Stacy Peralta fue el hombre que creyó en mí cuando yo era muy joven. La gente no valoraba mi estilo: pensaba que era robótico y que usaba trucos de circo. Él apreció lo que yo hacía aun cuando ya era bastante respetado por el equipo de patinadores que había fundado [Powell-Peralta]. En ese momento, me di cuenta de que tal vez yo tenía algo especial.
Uno de los patinadores de ese equipo, Steve Caballero, fue una inspiración en mi carrera. Yo era un joven flacucho e igual de pequeño que él. Con su estilo temerario, él hacía aerials en piscinas vacías. Después de ver una foto de Steve en una revista, me di cuenta de que yo podía hacer trucos similares.
De pequeño jugué mucho béisbol. Dejé de jugar a la mitad de una temporada después de que mi hermano mayor me regalara una patineta azul, bastante astillada, que él ya no usaba. Mi nivel como beisbolista no mejoraba y no disfrutaba jugar en equipo, a diferencia del patinaje, donde podía escoger y lograr mis propios retos.
El primer álbum que compré fue el Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band [1967], de The Beatles. A eso le siguieron algunos casetes de The Cars, Devo y The B-52’s. Después descubriría el punk a través de un álbum recopilatorio de Rodney On The Roq [Rodney Bingenheimer], un famoso dj de Los Ángeles. Fue mi introducción a bandas como los Circle Jerks y Dead Kennedys, que me abrieron la puerta a un mundo nuevo.
The Clash es mi banda favorita de todos los tiempos. Incluso hice un homenaje a su álbum London Calling (1979) con la portada del soundtrack de uno de los videojuegos que llevan mi nombre: Tony Hawk’s American Wasteland (2005).
He tenido numerosas apariciones en series de televisión y películas pero, sin duda, que mi piel se volviera amarilla en Los Simpson [en el episodio “Barting Over”, de 2003] fue mi papel más memorable en la pantalla. Fue un sueño hecho realidad.
El 900 [truco que mostró en los X-Games de 1999] cambió mi vida en términos de reconocimiento y oportunidades. Hace como dos años que no ejecuto un 900, pero nunca prometo nada: si sucede, sucede. Tampoco me limito a ese truco, pues tengo una baraja de lip tricks o smith grinds similares, que aprecian las audiencias más hardcore.
Mi estilo se ha refinado a través de trucos más técnicos. Ese camino que decidí seguir me permitirá patinar por más tiempo sin romperme un brazo.
Dejé de patinar en la calle por mis problemas en los tobillos. Tuve como tres lesiones en un año y ni siquiera estaba sacando trucos espectaculares, simplemente estaba llevando mi cuerpo al límite y preferí dedicarme a patinar en verticales.
En 2003 me hice pedazos la pelvis. Tenía 35 años y fue el periodo más largo que pasé sin patinar: alrededor de cuatro meses. Lo más duro fue recobrar la confianza y ser capaz de realizar mis trucos fuertes de nuevo. Me tomó casi un año.
Fue un momento de crisis el que me llevó de ser un chico que patinaba para una marca de patinetas a convertirme en dueño de mi primera marca [Birdhouse], a principios de los 90. Era la época en la que el skateboarding apenas estaba en vías de popularizarse. Me di cuenta de que no iba a trascender si solamente era un patinador profesional para una marca, y que sólo con ese dinero no podría mantener a mi familia.
Birdhouse representó mi inicio como empresario, pero también me enseñó en los años siguientes que soy mejor como figura pública que como alguien que hace el trabajo de escritorio. Soy mucho más efectivo como portavoz de mis negocios.
Cuando estrenamos el primer videojuego me percaté de la atención que se le estaba dando al skateboarding. Incluso la gente se inspiraba en los videojuegos para aprender a patinar. Cambió todo en términos de cómo veían este deporte los medios de comunicación. Los videojuegos contribuyeron a que la gente conociera mi nombre aunque no pudieran asociarlo con mi persona o mi imagen.
Estoy convencido de que el skateboarding ayuda en la reducción de los índices de violencia en la juventud. En los primeros años de este deporte las ciudades prohibían patinar donde fuera. Los jóvenes por fin habían encontrado algo que les apasionaba y la autoridad les decía que estaba mal. Cuando se construye un skatepark, los jóvenes sienten que la comunidad los apoya en vez de juzgarlos por hacer lo que les gusta. De algún modo hemos contribuido a terminar con ese mal ciclo.
Fotografía: Alessandro Bo