A fuerza de necedad -porque «si no eres necio, no eres director de cine», según sus palabras-, Guillermo del Toro ha labrado una carrera sobresaliente con películas honestas que reflejan su adoración por los seres fantásticos y las historias sencillas pero hermosas, cuyos personajes encarnan la lucha entre el bien y el mal. Me reuní con él en Los Ángeles para hablar sobre Pacific Rim, su nueva cinta. Éste es el resultado de una plática relajada con un geek de corazón.
Alejandro Ortiz «Matu»: Dicen que ya eres más gringo que mexicano.
Guillermo del Toro: ¡Ja! Por supuesto que no. En mi casa ni siquiera se habla inglés. Mi familia y yo somos lo más mexicano.
AOM: Pero con tantos años fuera del país…
GdT: Incluso te diría que cuando alguien me pregunta por un buen lugar de comida mexicana en Los Ángeles, solo tengo una respuesta: mi casa. Así somos de clavados.
AOM: ¿Extrañas mucho México?
GdT: Todos los días. Siempre hay algo que me recuerda que no estoy allá. Hubo un tiempo en que extrañaba a mi país como ocho veces al día, pero ahora lo hago solo una vez.
AOM: ¿Cómo mantienes los pies en la tierra con tantos aduladores en Hollywood?
GdT: Vivo a una hora de Hollywood, en un pueblo entre Los Ángeles y Santa Bárbara, donde no veo ni tengo contacto con nada ni nadie de Hollywood. Tengo cero vida social con sus estrellas. No voy a cenas, cocteles ni eventos de ese tipo. Puedo asegurar que soy un pinche ermitaño (risas).
AOM: ¿Tus películas son para niños o adultos?
GdT: Las de Hellboy las hice para niños. En mi cabeza eran películas de chavos y me recordaban la época en que tenía 12 años… ¡Me hubiera encantado ver algo así!
AOM: ¿Es el mismo caso de Pacific Rim?
GdT: También la pensé para gente más joven, aunque te puedes divertir sin importar la edad que tengas. Cualquier adulto, en cualquier generación, fue niño y vio caricaturas de robots gigantes. Todos.
AOM: ¿Y tú? ¿Con qué robots creciste?
GdT: A mi generación le tocaron monstruos del espacio y Ultraman. La siguiente disfrutó de Mazinger Z y ahora se emocionan con Transformers. Así van, uno tras otro.
AOM: ¿Los robots son una obsesión para ti?
GdT: Tal vez. No puedo esconder que son de lo que más me gusta y emociona. Sin duda es la parte de la ciencia ficción que más me interesa. Y, para ser específico, los robots gigantes son los que me fascinan.
AOM: Pero la ciencia ficción es muy amplia…
GdT: Sí, pero no me gustan las naves espaciales ni las pistolas láser que inundan el género. Los monstruos son punto y aparte para mí y me parece que los robots están en nuestro DNA. Si tuviera 11 años de nuevo y viera Pacific Rim, me estallaría la cabeza.
AOM: ¿Los monstruos son malos o buenos?
GdT: Creo que cuando un monstruo es muy grande se convierte en una fuerza de la naturaleza. Por ejemplo, Godzilla no es ni bueno ni malo. Es como ver un tornado o un huracán, que son fuerzas naturales por excelencia. ¿Un huracán es malo? Sí, porque destruye cosas a su paso, pero también es hermoso, poderoso y majestuoso.
AOM: ¿Qué dicen tus hijas de tus películas?
GdT: Les encantan. De hecho, fueron de las primeras personas que vieron Pacific Rim. Salieron totalmente fascinadas.
AOM: ¿Piensas en ellas al comunicar ciertos mensajes o al hacer tus películas?
GdT: No creo que deba ser así.
AOM: Entonces piensas en la audiencia…
GdT: Por el contrario, pienso en mí. Creo que si a mí me gusta lo que hago, le podrá gustar a alguien más. Por ejemplo, hay a quienes les gustó Hellboy [2004] y El laberinto del fauno [2006], pero a otros solo una de ellas y algunos más odiaron ambas. Al único que le fascinaron, de principio a fin, fue a mí. Así debe pensar un director de cine.
AOM: ¿Eres necio para trabajar?
GdT: Si no eres necio, no eres director de cine. Debes tener licencia para matar.
AOM: ¿Para qué debe servir el cine?
GdT: Su función principal es narrar historias, pero que éstas refieran a algo más allá de la anécdota no es función del medio, sino del narrador.
AOM: ¿Cuál consideras que es el espíritu general de tus cintas?
GdT: En una película mía, el espíritu puede ser gentil o agresivo. Quizá es esperanzador o de melancolía y pérdida, como lo quieras definir. Por ejemplo, Cronos [1993], El espinazo del diablo [2001] y El laberinto del fauno, manifiestan una melancolía muy grande, pero a la vez una gran esperanza. El espíritu de Hellboy es profundamente bondadoso, lo que se repite en Pacific Rim.
AOM: ¿Esa bondad la podemos ver en los pequeños o en los grandes detalles?
GdT: Diría que en Pacific Rim los mensajes bondadosos están en las cosas pequeñas.
AOM: Pero también eres conocido por hacer reflexiones históricas en tus filmes.
GdT: Lo que trato de hacer en mis películas es hablar de lo que pienso continuamente: creo que todos juntos, como humanidad, podemos librarla; separados, no. Ésa es la idea detrás de Pacific Rim.
AOM: ¿Intentas salvar al mundo?
GdT: El otro día hablaba con un amigo de este tema. Le decía que las películas en donde se muestra todo este rollo de preservar al planeta, casi siempre dejan la impresión de querer rescatar el establishment. En Pacific Rim no estamos salvando al gobierno o a las instituciones, sino a los humanos, los unos a los otros. De hecho, hacemos hincapié, a lo largo de la cinta, en que todos los políticos son una bola de pendejos.
AOM: Eres optimista entonces…
GdT: Soy un pesimista del futuro de la humanidad, pero estoy lleno de esperanza. Es decir, el futuro se ve de la chingada, pero creo que hay esperanza (risas).
AOM: ¿Confías en las nuevas generaciones?
GdT: Me encantan. Mi hija, por ejemplo, es una fiel creyente de la vida ecológica y siempre está plantando cosas y cuidando la naturaleza.
AOM: ¿El título de la cinta lo elegiste en un inicio o hasta el final?
GdT: Pacific Rim tuvo ese nombre desde que el escritor, Travis Beacham, creó las primeras escenas. A mí me gustó mucho, aunque en México sí metí las manos para asegurarme que se llamara Titanes del Pacífico, antes de que algún ridículo le pusiera Las locas aventuras de los robots monstruosos o algo así.
AOM:¿Cuál es la escena que más te gustó cuando viste la versión final de Pacific Rim?
GdT: Con toda sinceridad, te puedo decir que me gustó toda la película. No tiene un detalle ni un diálogo que me moleste, pero si tuviera que elegir una sola escena, sería una donde Mako [el personaje de Rinko Kikuchi] tiene un flashback a sus días de niña en Tokio. Es una de mis favoritas.
AOM: Hablando de Rinko Kikuchi, ¿te sientes cohibido por tener una japonesa como protagonista y tocar un tema tan esencial para ese país, como son los robots?
GdT: Nunca me he cohibido por nada. Como narrador no entiendo la cohibición, aunque sí la prudencia y el respeto, que en este caso tengo como fan del anime y las películas del género fantástico japonés.
AOM: ¿Dirías que es una relación de cariño?
GdT: Por supuesto, creo que es mucho mejor acercarse a una historia de amor con cariño que con miedo. Considero que narrar una película es una historia de amor.
AOM: ¿El casting fue libre?
GdT: Qué bueno que tocas el tema. Ése es uno de los grandes triunfos de la película.
AOM: ¿A qué te refieres?
GdT: Por lo general, cuando los estudios operan desde el miedo, te dan una lista con 15 nombres de siempre para que elijas a tus protagonistas. De lo contrario, no financian tu película. Pero esta vez no fue así.
AOM: ¿Cómo fue el proceso para elegir a los actores principales de Pacific Rim?
GdT: Yo elegí al menos a los básicos. Les dije que quería a Idris Elba y les mandé a los productores los DVD de Luther y de The Wire, donde su actuación es genial. Lo mismo pasó con Rinko, Charlie Hunnam y Clifton Collins. Los estudios creyeron en mí y eso hizo la gran diferencia en esta cinta.
AOM: Es el casting de un geek, ¿cómo logras estar al pendiente de tantos nombres?
GdT: Veo muchísima televisión. Desde hace unos ocho años he estado pendiente de este medio, porque ahí están algunas de las mejores narrativas actuales. Son actores geeks porque sí, soy un geek, y porque creo firmemente que son los mejores para la película.
AOM: Me imagino que esa diversidad de razas fue a propósito, por el tema de salvarnos los unos a los otros.
GdT: Así es. Tenemos a tipos tan diferentes como Rinko, Idris, Clifton y Charlie porque todo esto se trata de unir a la humanidad. «ahí vas otra vez».
AOM:¿Te transformas en un set?
GdT: Si vas a cenar a mi casa, si me ves en el set o si me estás entrevistando, soy la misma persona. No soy un director al que le guste transformarse. Hay colegas que se comportan como bebedores y cambian de personalidad según el ambiente. Yo soy el mismo en todos los casos. Hasta cuando bebo soy el mismo.
AOM: ¿Cuál es tu método para que los actores te hagan caso al dirigir?
GdT: Solo estoy atento a ver qué necesita o requiere cada uno de ellos. Puede ser un buen grito, un consejo, una palmada, ¡o hasta una patada en las nalgas! (risas)
AOM: Ok, anotado.
GdT: ¡Lo de la patada, no! A un director le remarcaría que nunca le dé a su actor algo que pensar en una escena. Antes de filmar es válido hacerlo reflexionar, pero en la escena hay que darle algo que hacer, una instrucción clara.
AOM: Seguramente repites muchas tomas.
GdT: Tengo actores que lo hacen bien en la tercera toma, mientras que otros lo logran hasta la número 20. Por eso necesitas planear mucho, para que, cuando estén juntos en el set, las cosas funcionen.
AOM: ¿Te gusta que improvisen?
GdT: Claro. De hecho, las dos mejores líneas de Idris en Pacific Rim son improvisadas.
AOM: ¿Tienes buena amistad con los actores?
GdT: El problema es que, como te decía, mi vida social es nula. A los actores jamás les digo: «Amigos, al terminar de filmar, nos vamos de compras», ni nada por el estilo. Mi vida social existe y termina exclusivamente en el set.
AOM: ¿No los extrañas un poco? ¿Ni siquiera cuando terminas de filmar?
GdT: Disfruto mucho el set y trato de hacer lo mejor posible cuando estoy en él -porque sé que algún día va a acabar ese proyecto-, pero también sé que, al terminar la película, voy a estar de nuevo solo en la casa y mi vieja me va a pedir que saque la basura porque el camión pasa a las siete (risas).
AOM: Eres muy cuidadoso en la filmación, ¿no te preocupa el marketing de la película?
GdT: Estoy metido en todo el marketing, desde los tráilers hasta los pósters y la promoción. Cuando haces una película, el trabajo nunca se acaba. Ahorita estamos haciendo un transfer de El espinazo del diablo para The Criterion Collection, ¡y esa película es de 2001! Doce años después todavía checamos el sonido, revisamos el video y demás.
AOM: ¿Cómo te da tiempo para todo?
GdT: Soy un adicto al trabajo. Así ha sido toda mi vida, desde Cronos. Recuerdo que a la par de esa película atendía nuestra compañía de efectos especiales y hacíamos una cinta para Paul Leduc. No conozco otra manera de trabajar más que con muchas cosas al mismo tiempo.
AOM: ¿Qué fue lo más complicado de hacer Pacific Rim?
GdT: Que no tiene una franquicia, un juguete, un cómic o un libro detrás. Fue creada desde cero. Y que la gente tenga fe en una película así, es alucinante.
AOM: ¿Es tu obra maestra?
GdT: No pienso así, pero es la mejor película en cuanto a experiencia y a mi satisfacción personal. Es la más bonita que he filmado en inglés, porque creativamente tuvo un rodaje y una postproducción perfectas. Hubo mucho trabajo atrás, y fue muy difícil, pero las reglas eran claras: mientras estuviera en presupuesto y tiempo, tenía toda la libertad creativa. Lo mejor es que la terminamos abajo del presupuesto, ¡y antes de tiempo!
AOM: ¿Qué piensas al volver a ver tus películas tiempo después?
GdT: Es horrible, porque es cuando se te ocurren las mejores ideas. Por ejemplo, en El laberinto del fauno, el editor me convenció de quitar dos pinches líneas de diálogo que me he arrepentido toda la vida. Y luego, en la primera de Hellboy, el productor me convenció de no poner una canción en los créditos del final, la cual se volvió triple platino. Me arrepiento mucho.
AOM: Seguro tienes alguna escena en tus películas que te dé pena hoy día.
GdT: Recuerdo un plano larguísimo en Cronos que me hace agonizar cada vez que lo veo. Y luego leí una crítica de Roger Ebert sobre la película, en la que hablaba específicamente sobre lo mucho que le había gustado ese plano. Entonces ya no sé (risas). En cada cinta te lamentas por cosas que pasaste por alto, pero afortunadamente cada vez son menos.
AOM: ¿Te molestan las críticas negativas a tus películas?
GdT: Cuando una crítica está bien pensada y fundamentada, no. La opinión personal tampoco me molesta, como cuando algún amigo me dice: «¡Ay, Guillermo! ¡Qué jaladas estás haciendo!». Pero cuando son opiniones que se convierten en ataques personales, sí me pueden llegar a molestar.
AOM: Tal vez no entendieron la película.
GdT: Eso sí me puede llegar a calar (risas).
AOM: ¿Estás pendiente de las críticas?
GdT: Tengo 48 años y te puedo decir que leo la tercera parte de las críticas que leía a mis 30. A esa edad te clavas a leer hasta el último renglón. Hoy es distinto.
AOM: Ahora que mencionas tu edad, ¿tienes un lugar específico al cual quieras llegar?
GdT: No. Pienso que el cine, como lo conocemos, se está transformando. Sería muy loco que imaginara un futuro para mí cuando el medio es tan maleable.
AOM: Pero todos tenemos un camino que seguir.
GdT: Soy un tipo muy curioso, así que estoy metido en escribir libros, producir películas y trabajar en proyectos de televisión y cine animado. De alguna manera eso garantiza que, sin importar cómo cambie el cine, encontraré la manera de seguir contando historias… ¡y de divertirme, por supuesto!
AOM: Cuéntame más sobre esa transformación que dices que habrá en el cine.
GdT: El acceso digital está cambiando todo. Las pantallas de televisión cada vez son más grandes y baratas. El límite lo vamos a alcanzar cuando un monitor de, digamos, 70 pulgadas, sea muy accesible para una familia de clase media. La gente va a empezar a ver más películas ahí que en el cine.
AOM: ¿Así que el cine está desapareciendo?
GdT: Me parece una tragedia, pero sí está cambiando. El tema de la exhibición cada vez es más difícil de resolver. Es una tragedia para mí, pero está pasando.
AOM: ¿Cómo descansar de tanto agobio?
GdT: La verdad nunca descanso, porque no me gusta. Después de siete u ocho días de no hacer nada, me vuelvo loco. Por eso descanso cada tres o cuatro años.
AOM: No conocía a nadie que odiara las vacaciones.
GdT: Creo que de niño fui tan solitario y tuve tanto tiempo libre, que ahora no me atrae.
AOM: ¿Eres hijo único?
GdT: No, pero era un niño demasiado raro. Ahora, de adulto, las vacaciones son cuando tengo que escribir, filmar, diseñar un monstruo o lo que sea que me guste.
AOM: ¿Hay otra cosa importante que debamos saber, además de que no te gustan las vacaciones?
GdT: Te podría confesar que mi peor hábito también es el mejor. Siempre tengo un exceso de entusiasmo y me lleno de esperanzas demasiado rápido. Mi vieja y [Alfonso] Cuarón son los que me bajan de las nubes. Él siempre me dice: «Ahí vas otra vez, cabrón».
AOM: ¿Podrías definir Pacific Rim en una sola palabra?
GdT: ¡Chingona! Para que veas que tengo todavía muy arraigado lo mexicano (risas).
Dossier Esquire Guillermo del Toro
Fecha de nacimiento: 9 de octubre de 1964.
Esposa: Lorenza Newton (se conocen desde la prepa).
Hijas: Mariana y Marisa. En su casa lo conocen por: «Soy el güey que deja los calcetines regados, al que le tienen que recordar que recoja su plato y demás tareas. Soy como un oso de peluche (risas), claro, sin amaestrar».
Filmes que más ha visto en su vida: «Frankenstein, de James Whale. También The Bride of Frankenstein y Phantom of the Paradise. Y claro, The Devils, de Ken Russell.»
Veces que ha salido Ron Perlman en sus películas: 5.
Extravagancia: «Tengo una biblioteca rodante con cerca de tres mil libros. Me la llevé a España y a Nueva Zelanda cuando filmé allá. Si me gusta mucho un libro, lo compro dos veces».
Mejores amigos en la industria: «Tengo muy buena amistad con Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu, Jim Cameron, John Landis, Santiago Segura, Jeffrey Katzenberg, Guillermo y Bertha Navarro. Son pocos pero muy buenos amigos».