Rodeado de conceptos, de funciones con trasfondo de discurso, el circo moderno, actual o contemporáneo (como se prefiera la denominación), roza las fronteras del teatro en su búsqueda de nuevos desafíos, nuevos lenguajes y dramaturgias que continúen sorprendiendo, cautivando y llenando de ilusión al público.
Tomando como base el tradicional, aquel que es itinerante e impregna de fantasía a pueblos y aldeas tras su paso, esta nueva concepción circense, popularizada por el Cirque du Soleil (Circo del Sol), plantea espectáculos sin animales, donde los números ya no se suceden uno tras otro, sino que las representaciones, cargadas de delicadeza y belleza estética, adquieren una indisoluble unidad.
No hay domadores, jefes de pista, payasos o trapecistas y tampoco le basta con mostrar las proezas físicas de sus artistas, sino que pretende sugerir y transmitir un mensaje al espectador a través de ejercicios acrobáticos que se mezclan con mímica, clown o danza.
«El circo tiene que encontrar nuevas maneras de mantenerse actual y atractivo para continuar en ese viaje hacia el ensueño, descubriendo las inmensas capacidades del ser humano, tratando de ser extraordinario. El circo de antaño también lo buscaba pero existe la necesidad de sustituir el tigre por otra cosa y esto implica nuevas dramaturgias, un mensaje diferente», comenta el neoyorquino Donald B Lehn, que dirige la Escuela de Circo Carampa en Madrid.
MÁS ALLÁ QUE LA PUESTA EN ESCENA
Un circo con discurso que ya no está formado por clanes familiares, sino que es representado por artistas que han pasado por escuelas especializadas como Carampa y que en su búsqueda de nuevas formas de expresión plantean espectaculares números cargados de sensibilidad, a lo que se suma una cuidada puesta en escena.
«Los artistas contemporáneos de circo buscan algo más, a parte de mostrar sus habilidades técnicas. Buscan un mayor diálogo con el espectador, una comunicación que abarque más. Que va más allá. Buscan expresar, y conmover al espectador, y no solo de manera visual», confiesa Federico Menini «El Fedito», un artista argentino que ha viajado por todo el mundo ofreciendo ese circo cargado de experimentación y mestizaje artístico.
EL CIRCO, UN LENGUAJE UNIVERSAL
Continúa el circo moderno haciendo realidad lo que aparenta ser imposible y permitiendo soñar al espectador con mundos ilusorios, gracias a un lenguaje que parece universal y que no entiende de fronteras. Su capacidad de cautivar a gentes de culturas bien distintas, lo ha experimentado este artista, que tras vivir en Chile, Turquía, México, y Rusia descubrió a esa «gran familia» que es el circo.
«Por muy diferente que sea culturalmente un país, el circo tiene un lenguaje universal, es una gran familia y esto te hace sentir mucha felicidad. Desde luego, el público en cada país tiene reacciones distintas. En México un espectáculo es siempre como una gran fiesta; en Chile la gente está muy acostumbrada a los espectáculos en la calle y en Rusia el público es mucho más frío y más exigente a nivel técnico. En Turquía todo lo circense es muy novedoso, muchas veces tengo la sensación de que gran parte del público está viendo por primera vez un espectáculo y esto me llena mucho», asegura «El Fedito».
EL CIRCO QUE LUCHA CONTRA LA INJUSTICIA
Este circo, que transmite valores como la constancia, el esfuerzo, la superación o la cooperación, busca ser una herramienta para la transformación social. Pretende aportar ilusión, modificar duras realidades y construir espacios más humanos en lugares habituados al conflicto y a la desesperanza, donde la supervivencia implica una pelea diaria, las armas se sobreponen a las palabras o las guerras internacionales determinan la vida de sus habitantes.
Actúa en las favelas brasileñas, en las zonas de control del narcotráfico de Colombia o mientras sobre Palestina caen bombas, para tratar de despertar sonrisas y hacer soñar a quienes soportan la desesperanza.
«Representamos ese punto de esperanza en el que se puede transformar la realidad hasta hacerla extraordinariamente mágica. El circo representa la posibilidad, la ilusión, rompe fronteras y muros. Siempre ha sido un germen de pensamiento creativo rebelde y, de hecho, ha servido de inspiración a grandes dramaturgos como Bertolt Brecht o a pintores como Picasso», ha destacado el español Iván Prado, organizador, junto a su compañía, Pallasos en Rebeldía, del primer Foro Internacional de Circo Social que se celebró el pasado octubre en Madrid.
Continúa el circo moderno teniendo la utopía como técnica, rompiendo las fronteras de los imposible y convirtiendo en realidad lo que parece inverosímil pero ahora se acerca cargado de discurso para no solo abducir al espectador ante sus espectaculares números, sino hacerle reflexionar, inquietarle con el mensaje y pasar a trasmitir conceptos.