Damos un repaso por la nueva pasión del expresidente de EE.UU. George W. Bush, quien hace poco se reveló ante el mundo bajo su nueva faceta como pintor.
Por Francesc Messeguer
Los expresidentes de Estados Unidos han demostrado con los años que el abanico de posibilidades que existe más allá de la política es rico y diverso. ¿Qué hace el hombre más poderoso del mundo —el “líder del mundo libre”, si se quiere—, cuando deja de serlo? Los Obama firmaron un contrato recientemente para convertirse en productores de contenido de streaming. George W. Bush decidió convertirse en pintor.
Por años, Bush permaneció como uno de los exmandatarios estadounidenses menos visibles, luego de haber terminado su gobierno con índices de aprobación muy bajos (33%), en comparación de, por ejemplo, Obama. Eso lo obligó a volcarse hacia una vida más tranquila. Inmediatamente después de terminar su administración, comenzó a tomar clases de pintura, una actividad que al principio no fue más que un simple pasatiempo y que mantuvo oculta hasta 2016, cuando un programador rumano hackeó su correo electrónico y lo hizo público al mundo. Ahora, en plena época de Trump, cuan- do muchos de los referentes norteamericanos son puestos a prueba de manera constante, el expresidente ha regresado para revelarse ante el mundo bajo su nueva faceta como pintor.
A principios de 2017, Bush publicó el libro titulado Portraits of Courage. A Commander in Chief ’s Tribute to America’s Warriors, en el que presenta una colección de retratos de 66 veteranos de guerra que él mismo pintó como una manera de celebrarlos y honrar su servicio. Y a partir de entonces, ha transitado por algunos de los programas de televisión estadounidenses más importantes para promocionarlo, y de paso, su reputación: seis de cada diez americanos tienen una opinión favorable sobre él, de acuerdo con una medición de Gallup en enero de 2018, es decir, el doble de aprobación con el que terminó su gestión. El libro no sólo apareció en la lista de los mejores vendidos del Washington Post del año pasado, sino que su contenido fue alabado por el crítico de arte de ese periódico, quien escribió: “No importa lo que uno cree de Bush, él demuestra virtudes que tristemente faltan en la cima de la pirámide política estadounidense de hoy: la curiosidad, la compasión, el compromiso de aprender algo nuevo y la humildad de aprenderlo en público”.
Wow… me quedé sin palabras.
Estados Unidos parece estar de luna de miel con Bush, pero este aparente amorío no se puede olvidar del legado de uno de los gobiernos más polémicos y dañinos en los últimos años. En un sketch de SNL, en el que aparece Will Ferrell reinterpretando al expresidente, se resume bien esta advertencia: “Trump llegó al poder y de repente no me veo nada mal en comparación de él. Así que me gustaría dirigirme a mis queridos compatriotas para recordarles que yo fui realmente malo como presidente”.
Con Bush corremos el riesgo de normalizar a un expresidente, cuyo legado se antoja cuestionable y polémico, por decir lo menos, y cuyos estragos seguimos padeciendo hasta el día de hoy. Tan sólo su abierta “guerra contra el terrorismo” le costó la vida a más de cuatro mil soldados americanos y cientos de víctimas civiles en Irak y Afganistán, y el controvertido Patriot Act (aprobado días antes del 9/11) fue la legislación que abrió la puerta al espionaje masivo de ciudadanos norteamericanos. Como dijo el escritor Ross Barkan en The Guardian: “La sangre en las manos de Bush sigue fresca. No glorifiquen a este hombre”.
En 2013, luego de inaugurar la Bush Presidential Library en Texas, el expresidente le dijo a CNN que la historia será, al final, quien juzgará su administración. Mientras eso sucede, probablemente él continúa pintando el rostro de quienes más sufrieron su gobierno, como un intento de solventar algunas de sus decisiones más fatales. Pero es importante no olvidar quién es el autor de los cuadros que aparecen en su libro. Y también de los que le faltan por pintar.