Drácula no solo inspira miedo, también es capaz de despertar el deseo entre la mujeres que se ven seducidas su beso mortal.
El personaje de Drácula lo dio a conocer el escritor irlandés Bram Stoker, quien a finales del siglo XIX recreó una peculiar versión del verdadero príncipe Vlad Tepes. Pero la novela de Stoker, publicada en 1897, tiene sus antecedentes, ya que se había publicado con anterioridad El Vampiro, de Polidori, en 1816, a la que siguieron otra serie de versiones.
Pero el vampiro no solo aparece en novelas de corte terrorífico, también recorre Europa con espectáculos de circo, óperas, obras de teatro, cuentos y folletines. Hasta que el cine hace de él un personaje conocido mundialmente y lo inmortaliza. La primera película que se inspira en Drácula es Nosferatu, dirigida por F.W. Murnau en 1922, desde entonces el vampiro se ha ido perfilando y cada actor que lo ha representado le ha añadido distintas tonalidades sobre la primera versión.
Sin embargo, Drácula posee características comunes que se enlazan con antiguos mitos europeos. El vampiro Drácula es un personaje aristocrático, seductor, que sabe atraerse a las víctimas mediante el despliegue de sus atractivas maneras, pero cuando éstas ya han caído presas de sus encantos, recibirán su visita nocturna e inesperada. Y se verán irremediablemente atacados para sufrir el certero mordisco en la yugular que las hará inmortales, pero con una inmortalidad que muy pocos quisieran porque supondrá vagar por entre el mundo de los vivos eternamente sin vida y sin alma.
Además existe la molestia añadida de que para permanecer en este estado de «un vivir sin vivir en mí» tendrán a su vez que esforzarse en seguir las mismas pautas del maestro que les arrancara el alma por primera vez y se verán condenados a seguir seduciendo y chupando la sangre de los humanos más incautos.
RASGOS PARA RECONOCER A UN VAMPIRO
Pero hay una serie de peculiaridades por las que podemos reconocer a un vampiro en el caso de que dudemos de las intenciones de algunas personas que se nos acerquen. Una cierta coloración rojiza en los ojos, fuerza sobrehumana, capacidad para cambiar el clima y atraer hacia sí a los animales más inmundos, y el don de transformarse en bestia salvaje. Además, su imagen no aparece nunca en el espejo porque el vampiro no tiene alma.
Entre sus extravagantes costumbres se encuentran la de tener que dormir en el interior de un ataúd en el que se ha depositado tierra traída de su lugar natal, y su alimentación se basa únicamente en la sangre humana. Habita en un antiguo y desolado castillo, apartado de toda civilización donde poder mantener su ajetreada vida social.
Si la persona de la que se desconfía reúne esta serie de características, existe también unas fórmulas para tratar de evitar que termine por chuparnos la sangre y poderlo mantener a raya. Crucifijos, hostias, ristras de ajos y agua bendita son buenos elementos para alejarle de nosotros. Pero si se pone pesado es mejor tomar la decisión de acabar con su vida. No sirve cualquier arma, hay que tratarle contundentemente con una estaca que ha de ser clavada con decisión en el corazón, en su defecto también puede ser decapitado o herido con una bala de plata.
A pesar de todos estos inconvenientes, lo cierto es que, según a aparece en el cine, Nosferatu, el vampiro o Drácula, arrebata pasiones ocultas. No hay más que verle aparecer en el dormitorio de la dama una noche de Luna llena y, después de retirarla suavemente las sábanas, la estrechará fuertemente entre sus brazos para incorporarla. Ella espera el beso apasionado del caballero que ha entrado por la ventana, vestido impolutamente con frac y una gran capa negra.
Pero, de entre su amplia sonrisa, inesperadamente sobresalen dos colmillos afilados que se dirigirán hacia su cuello y, aunque el primer contacto parece placentero, en el momento de sentir el desgarro de la epidermis y su incisiva perforación, la señorita en cuestión sufrirá un desmayo tras haber proferido un grito aterrador que alarmará al resto de los habitantes de la casa. Cuando éstos lleguen ya será demasiado tarde, la dama está desmayada y su piel se habrá tornado pálida. El pulso ha desaparecido. Se celebrará el entierro y los funerales, pero el proceso de transformación se está fraguando veladamente en su interior.
Una vez que su ataúd está bajo tierra, la dama esperará a que la Luna esté llena para incorporarse al club de los vampiros. Y… vida nueva.
VERDADES Y MENTIRAS
Drácula está basado en un personaje histórico, Vlad Tepes, denominado «Vlad el Empalador», príncipe de Valaquia, que formó junto con Moldavia el reino de Rumanía. Hijo de Vlad Dracul y nieto de Mircea el Grande, soberanos de Velaquia, fue conocido por su crueldad para con sus prisioneros a los que mataba empalándoles. Vlad significa El Diablo, denominado así por su crueldad y sangre fría, que heredaría su predecesor. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, pero se estima que fue alrededor del año 1428.
Vlad Tepes El Empalador se convirtió en un héroe en su tierra por su resistencia a los otomanos. Stoker decidió utilizar el nombre de Drácula para el protagonista de su obra, ya que encontró que el padre de su personaje se llamaba Drácul y Drácula procede del rumano Draculea que significa hijo de Dracul y Drácula en la lengua nativa de Valaquia significa demonio.
Para algunos, Vlad Tepes fue un gran hombre que luchó por su país fieramente, un héroe defensor de su pueblo, para otros, sin embargo, fue un príncipe perverso, un caso patológico que torturaba a sus enemigos por el solo hecho de divertirse. El sistema que empleaba para ejercer los tormentos era el empalamiento, de ahí que el pueblo le llamara Vlad el Empalador.
Se cuenta entre una de sus atrocidades la cometida sobre el más peligroso de sus adversarios, Dan Voeivod, a quien después de haberle capturado, en la primavera de 1460, obligó a cavar su propia tumba y después asistir a sus funerales antes de hacerle decapitar.
Vlad fue capturado por sus enemigos los turcos y encerrado durante doce años, primero en Visegrado, cerca de Sarjaevo y posteriormente en las inmediaciones de Budapest. Sin embargo, no se sabe cómo escapó de su encierro pero sí que participó en la batalla de Vaslui, Moldavia, contra los turcos y volvía a ocupar el trono el 11 de noviembre de 1476. Tan solo pasaron unas semanas y los turcos le volvieron a sorprender con una pequeña escolta de tan solo 200 hombres, por lo que le volvieron a apresar hasta darle finalmente muerte. La cabeza de Vlad fue enviada a Estambul para ser exhibida públicamente ante el asombro y descreimiento del pueblo.
A pesar del desconocimiento histórico real de la vida del príncipe Vlad, su inmortalidad permanece a través de la imaginación de tantos autores que han hecho de él un mito.