Hace unos años, cuando un extranjero visitaba los tianguis y mercados “obligados” del D.F. —Sonora, San Juan, La Merced—, era común escuchar comentarios como: “Qué maravillosos colores”, “qué deliciosas especias”, “qué productos más impresionantes”. Nadie podía resistirse al encanto de un mercado. Por eso, cualquier amante de los lugares tradicionales tiene cierta reticencia a creer que estos espacios necesitan glamourizarse.
Los proyectos de mercados sofisticados parecían de naturaleza artificial: modas pasajeras, lugares para vender productos convencionales a precios elevados. Sin embargo, al visitar el Mercado Roma, queda claro que a los capitalinos ya no nos basta comer en un sitio con una bonita decoración: nuestros paladares se han vuelto más exigentes porque los cocineros y los productos han evolucionado y tienen una propuesta particular que ofrecer.
Para comprobarlo, decidimos esperar a que el ímpetu de la apertura cesara. A que dejara de haber filas de comensales que querían ser los primeros en probar y comentar los platillos. En resumen, para comer de la manera más honesta posible. Acudimos un viernes cualquiera, cuando el proyecto que lleva más de medio año de funcionamiento le ha dado tiempo a los chefs de consolidar sus creaciones. Por suerte, salimos satisfechos: en el Mercado Roma se come bien y eso, al final, es lo importante.
El sabor de la belleza
Mercado Roma se ubica en lo que fuera un legendario lugar para bailar rumba en la colonia Roma durante la década de los 70 y 80. Personajes como Carlos Monsiváis solían acudir a El Gran León para escuchar a la orquesta de Pepe Arévalo.
Con la conciencia de que este lugar no necesitaba crearse, sino recrearse, la firma Rojkind Arquitectos fue la encargada de dar vida a la estructura de lo que hoy es el Mercado Roma. Así como lo hicieron en la Cineteca Nacional, respetaron detalles clásicos de la arquitectura de la zona, como el diseño de los pisos y el uso de madera. No obstante, el lugar está impregnado de toques de arquitectura vanguardista donde la funcionalidad impera.
Aunque en este mercado se pueden comprar verduras orgánicas, pan, carne, especias e incluso flores, su mayor virtud reside en la posibilidad de comer platos bien hechos y presentados en un contexto desenfadado. Se trata de una buena opción para picar, comprar y arriesgarse al más puro estilo tianguis, pero con la expectativa de disfrutar las recetas de chefs tan reconocidos como Ricardo Muñoz Zurita, que en su local Azul Antojo ofrece desde su clásico mole negro hasta porciones pequeñas —tipo tapa— de salpicón de venado y cochinita pibil.
Nuestras recomendaciones
José Guadalupe, Platos de Cuchara: A cargo de la chef Zahie Téllez, es un concepto de comida mexicana donde sólo hay un cubierto disponible. En este lugar todos los guisos deben comerse con cuchara y aunque todos los días hay delicioso pozole rojo, la oferta varía cada semana y es posible degustar un menú completo con postre incluido.
Ahumadora: A cargo de Daniel Frydman, cocinero con trayectoria en servicios de catering que ahora decidió cambiar de rumbo. En la Ahumadora podemos encontrar deliciosos mejillones al vino, pita con ensalada de pescado ahumado e imponentes almejas chocolata. Lo que más recomendamos es ir a desayunar los domingos, porque hay mimosas y cervezas artesanales para acompañar el festín.
Campagne: Aquí se elaboran las recetas que el legendario cocinero francés Maurice Lespinasse trajo a México en 1950. Rillete de ganso, paté de campaña, salchichón de ajo, terrinas de cordero, pato y cerdo, así como algunas fusiones con ingredientes mexicanos como el paté de ganso con cacao, paté de pollo con cacahuates caramelizados y paté de carnero con quelites.
Ruta de la Seda: Es una de nuestras opciones favoritas del mercado porque su especialidad es la repostería orgánica. Ofrece productos libres de lactosa o de gluten para celíacos, y libres de azúcar para diabéticos. Lo mejor: su variedad de tés. La mezcalería La Botica y la chocolatería Que Bo! son otros ya conocidos que se han sumado a este proyecto.
Theurel & Thomas: Esta marca originaria de Monterrey, considerada la primera casa de macarons franceses en México, fue fundada en 2009 por Denise Theurel y el chef Irving Quiroz. Ellos se unen al furor de la colorida galleta —llevada a su esplendor por el reconocido Pierre Hermé— pero agregando ingredientes mexicanos: mole, mezcal, pastel de elote, hoja santa y miel de abeja, horchata y vainilla, chocolate Abuelita, gloria regiomontana, sandía y tequila, son algunos de los imperdibles.
Localización y horario
Querétaro 225, col. Roma,
México, D.F.
Planta baja y mezzanine: 9:00 a 18:00 horas.
Restaurantes del primer piso y terraza: 9:00 a 00:00 horas. Los horarios de cada restaurante y local pueden variar.
Fotos Alessandro Bo
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